Desde hace muchos años Berenice Corti viene indagando sobre distintos aspectos de la música popular y su relación con la sociedad que la produce. Ahora, en su último y elaborado trabajo “Jazz argentino. La música “negra” del país “blanco”, reeditado por Gourmet Musical, la autora reivindica el concepto de jazz argentino y la identidad de una música “hecha desde acá”. Un libro, que como dice Pablo Alabarces en su prólogo, “nos invita a disfrutarlo como amantes de la música”.
¿Cómo surgió la idea de hacer un libro para reflexionar sobre la historia y la actualidad del jazz argentino?
Primero comencé a estudiar el tema. El libro fue posterior. Principalmente tiene que ver con lo que me hacía pensar aquello que yo escuchaba. Aquello que había visto cuando estaba en el Jazz Club. Yo hasta aquel momento había escuchado jazz de una manera más general, cubriendo un panorama más amplio. Hasta que empecé a ver música en vivo y aquello fue lo que más me impactó, mucho más que los discos.
¿Por qué te impactó tanto?
Porque notaba que esa forma de hacer música implicaba hasta una manera distinta de ordenar el pensamiento. No solamente la praxis musical. La manera en que se tocaba jazz en vivo era algo muy distinto a lo que yo había conocido hasta ese momento. Tené en cuenta que en mi casa se escuchaba principalmente música académica, mi madre era cantante lírica en el Colón y mi padre profesor de Historia del Arte y cantaba en la Wagneriana. Y yo había estudiado muchas cosas con ese punto de vista. Por eso, la manera en que se tocaba el jazz en vivo, era para mí un mundo distinto, una forma totalmente diferente de hacer música. Y esa diferencia de la que hablo, no implica solamente la existencia de la improvisación, sino todo lo que implica esa improvisación.
¿Qué sentís qué implica?
Significa que hay otro tiempo, otro orden del tiempo. Ya no es importante o fundamental el rol del autor que fijó su obra en el papel. Lo que ahora cuenta es la interacción. Lo colectivo. La idea del swing. Todas cosas que experimenta el músico sobre el escenario, pero que también las experimenta el público. Para todo eso que te estoy diciendo, no tenemos palabras que las definan culturalmente. Porque supuestamente son “ajenas” a nuestra cultura. Esa fue mi experiencia primera. Esta postura es la que yo llevo a la Facultad, en un momento en que se discutía mucho sobre si había un jazz argentino. Había allí una tensión presente en todo eso.
¿En dónde ubicabas esa tensión?
Yo veía que lo argentino estaba en la composición de autor pero después en el transcurso del show o de la improvisación, la puesta en movimiento de esa música seguía siendo jazz. Y se seguían respetando la lógica de la música afroamericana. Había una especie de tensión entre lo que pasaba musicalmente y la imposibilidad local para nombrar determinadas cosas. Hay un musicólogo brasileño que se llama Acacio Piedade, que yo cito en el libro, que entiende al jazz brasileño como “una fricción de musicalidades”. La producción de esas tensiones, en una práctica musical determinada, es el jazz argentino. Tensiones que además se observan, y muy especialmente entre los porteños, en la manera que experimentamos todo lo que tiene que ver con las culturas negras. Las seguimos viendo como ajenas o extrañas. Siempre está presente esa narrativa que nos plantea que nosotros sólo somos descendientes de lo europeo.
Eso es histórico, desde Sarmiento para acá…
Claro. Y tiene que ver con una política particular que tuvo la Argentina sobre la construcción de su propia idea de nación. Para mí no es un tema meramente cultural. Yo creo que es resultado de un proceso histórico y político, que nos quiso construir como una nación blanca. Esta cuestión está dicha y expresada por Sarmiento como señalas. Los gauchos, mezcla de indio y negro, decía Sarmiento en el Facundo. Bárbaros que no saben hacer nada. Hay que traer europeos. Durante mucho tiempo esa fue la cultura de las clases dominantes. Es la cultura hegemónica y capilariza el conjunto de la sociedad. Por eso Argentina siempre buscó construirse como una nación blanca. Entonces practicar una música de matriz africana, que haya músicos argentinos que la sientan desde el corazón, que haya un público que sienta un placer inenarrable con esta música; es lo que provoca una tensión que aún hoy persiste.
¿Y de qué manera entra tu libro en ese debate o esa tensión que observas?
Mi idea es hacer un aporte. Decir que no estamos tan ajenos a lo afro. No somos tan “blanquitos” como creemos. Así que el que se identifica en el jazz por ese lado podría hacerlo perfectamente, aunque pensá que todavía hay quienes descreen del aporte negro al tango. Paul Gilroy, un teórico británico de origen guayanés habla del Atlántico Negro para pensar la historia de las culturas negras, focalizada en las idas y venidas en diferentes oleadas de la cultura. Primero con los barcos esclavistas y luego con las industrias culturales, cuando los productos culturales comenzaron a circular, el cine, los discos y el jazz. Y así llegaron a la Argentina.Y se producen los procesos de hibridación. Entonces uno puede coincidir en que el jazz argentino es una gran mezcla. Pero todo eso que nos gusta tanto ¿es tributario de la tradición europea o de una matriz africana o afroamericana? …
¿Y vos que pensás?
Yo creo que el jazz argentino tiene más similitudes con el jazz latinoamericano y su matriz afro, que con el europeo Hay un modo de hacer. Hay sensibilidades, maneras de entender lo rítmico que son más afines. Pero no tiene sentido plantear tipologías. Yo en el libro intento sugerir una manera de mirarlo. Relacionada con las éticas y las estéticas de los músicos. Porque esto tiene que ver con la afirmación de quién es uno. Y en consecuencia saber quién es uno. Por eso, decir si existe o no el jazz argentino no deja de ser, en definitiva, una decisión.
Pero el debate sobre la “legitimidad” del jazz nacional sigue presente. Persiste la duda sobre si se puede hacer jazz con voz propia desde la Argentina.
Mirá, otro intelectual negro, Stuart Hall, decía que la identidad no es una esencia sino un posicionamiento. Es decir yo estoy parado acá. En este lugar y hago jazz. Por eso decir existe el jazz argentino, significa decir yo estoy parado en este lugar y pienso que puedo hacer esta música.
¿Pero cómo se hace para sacarse de encima el estigma de la copia? Si hoy un músico argentino toca Hard bop porque lo siente, ¿cómo hace para que no digan que está repitiendo lo que se hizo hace 50 años en Nueva York?
Pero es el mismo debate que se dio con el rock. Y hoy nadie diría que no existe un rock nacional. Otro tanto pasó con la música académica argentina. Actualmente hay una importante producción de música académica argentina, pero hasta no hace mucho se decía que era un arte menor, porque era una copia. Pero no es así, ni en un caso ni el otro. Se hace buena música que tiene relación con lo local. Y si son músicos que hacen música desde acá, no hay manera de que no esté influido por lo que pasa acá. Eso lo dice Carlos Lastra en el libro, por ejemplo.
Ya que lo citás. Lastra hace una música muy interesante, pero no es sencillo encontrar trazos locales en su arte. Estamos hablando de un saxofonista muy influido por todo lo que representa John Coltrane.
Es que no se trata de buscar el rastro en la música. El rastro no hace a la música. Eso es como decir yo soy italiana porque tengo la nariz de una determinada forma. El rasgo de una nariz no hace a la identidad. El signo no hace al sentido de la cosa. Entonces si uno busca los trazos musicales y pone el énfasis allí, va por un camino sin retorno. Porque lo que interesa es eso que la música dice. Lo que dicen los músicos sobre su música y la manera en que esta circula. El contexto. Las condiciones sociales de producción de una música. Desde allí es mi abordaje. Como diría Roland Barthes, “como un texto cultural”. En ese sentido a mí el jazz local me dice un montón de cosas de esta sociedad. Y a su vez, cuando uno analiza los fenómenos sociales que están relacionados con esta música, también eso nos sirve para entender un poco mejor la música. Es complicado pensar que una palabra o un dato menor nos pueda decir cuál es la identidad de un fenómeno. La identidad se compone de muchas cosas. Y entre ellas, como decíamos recién, el posicionamiento. Yo estoy acá haciendo esto.
¿Este es un debate exclusivamente argentino o lo ves en otros países latinoamericanos?
No, actualmente te diría que existe en todos lados. Yo participo de la Asociación Internacional de Estudios en Música Popular, que tiene una rama latinoamericana. Dentro de ese nucleamiento formamos un grupo de estudios sobre el jazz en América Latina con gente de todos los países. Este fue el tema también del último simposio que se hizo en San Salvador de Bahía. Allí se pensó y se debatió acerca de qué es eso de hacer un jazz local en cada uno de nuestros países, porque los circuitos de jazz están creciendo en todos lados, generando una calidad de artistas y de músicas importante.
Quizás esté equivocado pero, por ejemplo, no veo a los cubanos muy preocupados por si existe un jazz local o por ver de dónde viene . No lo intelectualizan. Lo tocan y lo disfrutan.
Mirá, hace unos cuatro años se hizo un congreso muy importante en el Caribe sobre “El jazz desde la perspectiva caribeña” y ese debate estaba. Estamos de acuerdo en que la relación con el jazz siempre va a estar teñida con la metrópoli, con los Estados Unidos. Pero es cierto también que esa relación es distinta en cada país. No es igual la que tiene México, que la que tiene Cuba o la Argentina o Brasil. Pero en Cuba, ya que lo mencionás, el jazz tiene tanta antigüedad como en los Estados Unidos. Entonces para los cubanos no se trata de una música “gringa”. Para ellos no es norteamericana, sino local. Ellos lo llaman jazz latino o afrocubano y tiene una identidad muy fuerte. No muy distinta en sus orígenes al del jazz de Nueva Orleans.
Cuando hablabas de tensión, pensaba que esa tensión, cultural, racial; está en los orígenes mismos del jazz. A los músicos negros norteamericanos les costó muchos años ser considerados artistas y no simples “entretenedores”.
Claro. Recuerdo ahora una entrevista que le hacen a Duke Ellington cuando comienza a tocar en el famoso Cotton Club. Entonces un periodista blanco le dice “Ellington me imagino que está muy contento porque es la estrella del Cotton Club”. Y Ellington le responde. “No. Contento voy a estar cuando me pueda sentar entre el público y no tenga que entrar por la puerta de servicio”. Eso dice todo. Es una conciencia que hay que mantener y por la que tantos lucharon. Hoy se habla mucho de free jazz y mucha gente admira a Ornette Coleman. Pero Ornette no era alguien que estaba sentado tranquilamente en su casa y un día se le ocurrió hacer algo que sonara cool. El free tiene que ver con toda una movida social, con unos años muy convulsionados. Con un fuerte segregacionismo, que continúa hasta el día de hoy.
Volviendo al plano local y sin adherir al supuesto boom que exageradamente plantean algunos, ¿qué dirías que cambió en los últimos años en el jazz argentino para llegar al momento actual?
Siempre existieron buenos artistas y música hecha localmente. Pero hasta no hace tanto, la única opción que tenía el músico que quería progresar era emigrar. Estados Unidos o Europa. Ahora hay músicos que van, estudian y después vuelven. Hay músicos muy importantes que pueden formarse en su propio país. Hay escuelas locales que forman en jazz, cosa que antes no pasaba y muchos jóvenes buscando hacer su propia música.
Entonces me quedo tranquilo, existe el jazz argentino y goza de buena salud….
Pero claro, como no va a existir (risas). Está en la música de todos los días. En el jazz que se escucha hoy en tantos locales. En el folcklore del Cuchi Leguizamón. En los tangos de Astor Piazzolla, en el rock del flaco Spinetta. En lo que lo que dicen los músicos a diario, en cada disco y en cada local en el que tocan. También está en la negativa de algunos. De aquellos que dicen que no hay jazz argentino. Porque al negarlo lo reconocen.
Berenice Corti es investigadora en música y cultura en el Instituto de Investigación de Etnomusicología de la Ciudad y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Por años gerenció el Jazz Club en el Paseo de la Plaza. Actualmente coordina el grupo de trabajo Jazz en América Latina de la Asociación Internacional de Estudios en Música Popular y forma parte del plantel docente del Instituto Manuel de Falla. Jazz argentino. La música «negra» del país «blanco». 185 Pág. Editorial Gourmet Musical Fotografías de presentación: Carlos Balcazar
Felicitaciones por esta nota!! Tremendo aporte!