En la sala mayor un gran piano marca protagonismo. A los costados las salas contiguas de grandes superficies vidriadas y en un extremo el corazón del estudio: los equipos de mil botones con los que Florencio Justo hace su magia. De allí salieron decenas de registros de jazz, tango y folklore. Por allí pasaron cientos de músicos y quedaron registradas miles de canciones. Allí comienzan a diario historias llenas de ilusiones y proyectos. Son los dominios del Doctor F…y de su perro Hugo.
“Tal vez tendría que haber sido músico” dice Florencio Justo. Y su imagen tranquila se refleja en el vidrio que separa el estudio, colmado de micrófonos y cables, de su hábitat cotidiano; entre luces y consolas con las que ha grabado la mejor música de los últimos años. Unos pocos nombres bastarían para medir su incidencia. Adrian Iaies, Marco Sanguinetti, Tatiana Castro Mejía, Juani Mendez y Jorge Torrecillas, las últimas producciones del año jazzero, fueron grabadas y masterizadas en la casona del Doctor F.
¿Cuál dirías que tiene que ser la principal habilidad de un técnico de grabación?
Creo que el técnico tiene que estar muy conectado con el músico y con la música. No basta con apretar Rec y hacer bien las cosas. Tenés que estar conectado con lo que está sucediendo. Y principalmente sugerir lo justo y necesario. Porque meterse en la música de otro es algo muy delicado. Hay músicos que aceptan sugerencias y hay a quienes no, ya vienen con una idea formada y quieren eso. Y el técnico debe adaptarse a unos y otros y anticiparse a las necesidades.
¿Qué significa en este contexto anticiparse a las necesidades?
Estar permanentemente conectado para cubrir distintos detalles que a veces exceden lo estrictamente musical. Que hacen también a la comodidad del músico. Que tenga a mano lo que necesita y se sienta cómodo con lo que lo rodea. Que se sienta respaldado por el técnico hasta en un detalle operativo por más pequeño que sea.
¿Y en cuanto a lo musical?
Allanarles el camino para encontrar lo que buscan. Te doy un ejemplo. Los músicos hicieron una toma y se dan cuenta que se equivocaron en una parte y están debatiendo qué hacer. Si dejar el error o hacer otra toma. Entonces uno puede sugerir y decirles, ‘mirá si el error estuvo en la trompeta yo la tengo grabada por separado. Así que no hace falta volver a grabar todo. Podemos hacer solo la parte de la trompeta’…o también si hubo una pifia en la toma dos, le puedo sugerir de buscar esa partecita de la toma uno y pegarla en la dos, sin necesidad de volver a grabar. Cosas que alivian el trabajo y ahorran tiempo.
¿Sentís que el músico es consciente de ese aporte?
Totalmente. El músico siente que de este lado del vidrio hay alguien más del equipo. Y eso es fundamental. Pensá que grabar es un momento muy importante para el músico. Es el momento de plasmar lo que compuso. Y hay que ser consciente de eso. Hacerles saber que hay alguien que les va a ayudar a hacer el mejor producto posible.
A menudo el técnico o ingeniero de grabación oficia también de productor. ¿Es tu caso?
Ese es un rol que no se da mucho en el jazz. En el jazz los músicos suelen estar muy seguros de lo que quieren y de lo que no quieren. Son músicos con muchas herramientas. Por eso oficiar de productor desde aquí es menos habitual. En el tango y en el folklore hay más espacio para asumir ese rol.
Vos hablabas de transmitir que estás en un mismo equipo con los músicos. Pero tampoco sos parte del grupo. ¿Cuál es el límite que no podés cruzar?
No puedo cambiarles la música. La música es de ellos. Y específicamente en el jazz aprendí que la improvisación no se toca. No se modifica. Es como Dios. Fue el momento inspirado y nadie entra ahí. En lo escrito es más sencillo poder sugerir algo. Decir si ves que algo no suena o no “camina”. Pero no en la impro. Y uno debe respetar eso.
La grabación en el jazz suele ser en directo. ¿Qué pensás que le aporta o le resta eso?
Yo creo que le aporta. La interacción del momento es insuperable. Una mirada o un gesto hacen muchas veces la música. Vos ves que una mínima señal de uno le da pie al otro. El jazz es siempre en tiempo real. Allí está su energía y para mi uno de los valores que lo distinguen.
Está también el error, que en el jazz puede llegar a formar parte de la estética.
Claro. No les importa el pifie, la suciedad. El error no es considerado de la misma manera que en la música clásica o el tango. El error suele ser creativo en el mundo del jazz. El tango y el folklore buscan la perfección del sonido, mientras que el jazz no. El jazz es desfachatado. Y esa es su esencia. La magia del momento.
¿Un disco de jazz se puede grabar en un solo día?
En cuatro o cinco horas se puede grabar un disco. Se hacen dos tomas por tema y se elige una. Sumale dos horas de armado. Y ya está. En un día se graba, incluso corrigiendo algunas cosas. Y al segundo día se hace la mezcla. Allí es escuchar, poner más agudos o comprimir si hace falta, ecualizar y alguna otra cosita y luego hacer el master final y listo. No hay mucha vuelta.
Entonces, a pesar de su complejidad, el jazz es más sencillo de grabar.
Si. no lleva mucho tiempo. Se graba en un día y luego para mezclar es un día más. En cambio para mezclar un disco de folklore, sobre todo si tienen distintas voces, puedo llegar a estar entre 30 y 40 horas.
¿El tema de la voz hace más complicada una grabación? ¿Sucede también en el jazz con una única cantante, por ejemplo?
Si. Totalmente. Yo allí separo el proceso de trabajo. Por un lado la banda y por el otro la cantante. La voz hay que separarla si o si. La voz es el único instrumento distinto al resto. Tiene un contacto muy directo con el oído humano. Por eso hay que tener un cuidado especial al grabarla. Ya todos sabemos que hay cosas que se pueden corregir y de hecho se corrigen. Si la cantante perdió la afinación en determinado pasaje, eso se trabaja. Antes esto se ocultaba, pero hoy ya no es un secreto para nadie. También es cierto que hay cantantes que tiene una interpretación tan mágica que la afinación pasa a un segundo plano. Y allí entonces el rol nuestro es el de decir si es necesario buscar la afinación o no.
¿Ahora, qué sentís cuando algo que vos grabás con tanto esmero y dedicación, luego es escuchado en un celular?
Me quiero matar (Risas). Es una pena. Y no pasa porque sea un Mp3, un formato muy criticado por mucha gente. El Mp3 bien comprimido es de muy buena calidad. Yo le mando a los músicos una versión de la mezcla final, para que vayan viendo, y lo mando en Mp3 con una compresión alta y te digo que no hay diferencias con el CD; que por otro parte es ya un formato antiguo y perimido. La música de streaming, por ejemplo, es muy decente.
¿Entonces por donde pasa la pérdida de calidad en la audición?
Escuchar en un teléfono, con los parlantitos de la compu o con unos audífonos chiquitos, es lo peor que se le puede hacer a la música. Hay mucha información que no se escucha. Se pierden las frecuencias bajas. No escuchas lo que pasa en los graves, en los medios. Para mi ese es el gran problema. Yo recomiendo, al menos, unos parlantes decentes. Un parlante que te devuelva información en los graves. Que tengan más definición. Y otra cosa importante es el estéreo. Hay que separar los parlantes y a veces eso no se hace.
Florencio, es innegable que hacés un trabajo muy profesional, pero tu entrega pasa mucho por la vocación, por la pasión. Sin quitarle valor ni seriedad, es casi como un juego…
Si comprendo lo que decís. Mirá, si bien yo estoy cobrado por este trabajo y vivo de mi profesión, cuando estoy grabando no estoy pensando para nada en eso. Para mí es cierto que es una pasión. Es mucho, mucho más que un laburo. Por eso trato de entregar todo lo que se, todo lo que aprendí y trato de seguir aprendiendo. Y le pongo pasión, le pongo ganas. Y los músicos lo saben.
Excelente entrevista y respuestas. Una guía espiritual para mi propio estudio (El Caldero). ¡Felicitaciones!