Hay decisiones que transforman una vida. Hace algo más de 30 años Tomás Gubitsch resistió la tentación de emigrar a Nueva York y se asentó con sus 19 años en París. Hoy el guitarrista argentino es un referente indiscutido del nuevo tango en Francia y se ha convertido en un compositor requerido. Dirige orquestas, compone para cine y televisión y lidera sus propios grupos, al frente con su guitarra, como hace tanto, en aquella lejana Buenos Aires.
Entrevista: Fernando RíosEn 1977, tras la gira con Astor Piazzolla en Francia, Tomás Gubitsch decidió no volver a la Argentina del terror y la dictadura. Con sólo 19 años, se quedó abrazado a su guitarra en medio de una ciudad que desconocía. Años después, aquel pibe que tocó en el mejor álbum que quizás haya grabado el flaco Spinetta, es un músico respetado y requerido en toda Francia. Un artista que trascendió su instrumento para liderar sus propios grupos, grabar discos a su nombre, componer y dirigir orquestas. Hoy Gubitsch es un tipo sabio con una fórmula sencilla: disfrutar su propio arte.
Hace dos años lanzaste “Itaca” que tuvo excelentes críticas y en 2012 estrenaste “El Tango de Ulises”. En qué estas ahora?
Escribiendo para mi próximo espectáculo, que se va a llamar “Todos los sueños, el sueño”. Se va a estrenar en mayo del año próximo en el Teatro de la Ville, en París. Además estoy trabajando sobre dos encargos que me han hecho. Uno para una orquesta sinfónica y otro para una orquesta de vientos. Además tengo algunas presentaciones con mis grupos, con los que hacemos la música que está en mis discos y también le sumamos algunas composiciones nuevas. En este momento tenemos armado un trío con guitarra, bandoneón y contrabajo, aunque a veces salimos a tocar con un sexteto, ya en ocasiones agregamos un trío de cuerdas. Estamos preparando todo eso para octubre. Vamos a tocar en distintos lugares del país. Estos shows y el trabajo de orquesta son los ejes en los que me estoy moviendo actualmente.
Y todos responden a músicas distintas…
Si. Las orquestaciones tienen que ver mayormente con música contemporánea o de películas, mientras que las formaciones, que van tomando distintas formas, es siempre sobre la base del tango que yo hago. Ahora, últimamente ha surgido la posibilidad de hacer cosas con un trio, un violinista y un celllo excepcionales, Sebastien Surel y Vincent Segal y eso no va a ser tango. Tocamos hace días por primera vez en una noche de improvisación. Ellos son músicos clásicos, muy acostumbrados a leer, a hacer música escrita, pero acá la idea es ir para otro lado. Para un lado que todavía no sabemos del todo para donde va a ser (Risas). Es gente muy dúctil, así que comenzamos a trabajar con los materiales que aportó cada uno y vamos a ver a donde nos lleva. Puede ser cualquier tipo de música, así que no te extrañe que nos demos una vuelta por Led Zeppelin o Jimmy Hendrix, todavía no lo sabemos…
Como han caido las fronteras en la música, no?
Es alucinante. Hay cada vez menos diferencias entre el jazz, el tango, el rock… hay diferencias estilísticas, claro. Yo no soy un músico de jazz y nunca voy a hacer un disco de bebop. Pero hay más permeabilidad. Hace poco que dirigí una pieza de orquesta en donde había una parte chiquita de improvisación colectiva. Eso hace diez años no hubiera sido posible. Pensá que cuando yo empecé a trabajar hace 30 años en las las orquestas eran todos tipos. A lo mejor había una mujer. Ahora eso se está invirtiendo. Es toda gente con formación clásica, pero con la cabeza abierta. A mí siempre me costó encontrar músicos que lean muy bien, que tengan cultura musical. Y sólo los encontraba en el jazz. Pero ahora hay tipos de 30 años que es terrible como tocan y la apertura mental que tienen. Y además, como les gusta el tango. Eso me asombra en tipos que se pasaron la vida tocando Bartok o Stravinsky. Creo que el tango tiene algo universal, que a mí se me escapa por completo.
Y el tango electrónico que te parece?
El tango electrónico me causa gracia (Risas). Dejame explicarte algo. El tango tiene algo muy particular. Es una de las pocas músicas populares en las que no hay percusión. Y eso generó toda una manera de tocar muy particular. Por eso el piano muchas veces es tocado como elemento de percusión. Esa ausencia enriqueció mucho el lenguaje. Porque en todo el tratamiento rítmico se trabaja mucho por omisión. Por eso, cuando le ponés las bases que utiliza el tango electrónico, estás metiéndole un balazo en el pie. Estás haciendo obvio algo que era hermoso justamente porque estaba sugerido. Esto surgió como algo comercial, hay que ver como sigue. Quizás algún día surja alguien con un talento fenomenal y todo lo que te digo se vaya al diablo.
Tu música no es comercial ni masiva. Eso te benefició o te limitó para abrirte camino en Francia?
Las dificultades de mi música, esto que vos decís, que no sea comercial, que sea sólo instrumental, se ha vuelto con los años una ventaja. Un cantante francés no va a ningún lado, pero música instrumental y hecha por gente que no es francesa, puede llegar a ser más atractivo para otros públicos. Además últimamente hay un reconocimiento mayor hacia lo que yo hago y esto ha trascendido las fronteras.
El saxofonista Pablo Ledesma dice que el músico debe crear su propio público. Coincidís?
Estoy totalmente de acuerdo con la definición y me puede estar sucediendo a mí, porque pasa cada vez más. Con internet y las redes sociales, está claro que el modelo que conocimos ya no va más. Eso no perjudica a gente como yo ni tampoco a mi música. Porque quien compra mis discos es el mismo que aún compra libros. Pero no sabemos para donde va a ir todo esto. Nunca fue tan fácil difundir lo que hacés y paradójicamente nunca fue tan difícil salir del marasmo de cosas a las que hay acceso. Estamos todos en eso. Y así te vas haciendo tu público. A través de las redes sociales. De la gente que te sigue. Aunque también eso tiene su parte absurda. Yo tengo amigos en Singapur y que mierda les interesa si yo mañana toco en Bolivia!!!… (Risas).
Cuál es el desafío que tiene hoy el músico más allá de lo artístico?.
El problema hoy es llegar al público. Hacer que la gente salga. En Buenos Aires la gente va a ver los espectáculos, acá no. Es muy difícil llenar una sala de 1000 localidades en París. Y no hay término medio. Tenés una sala de mil y un estadio con 30 mil. Se acabó el boliche de jazz para 20 o 30 personas como hay en Buenos Aires. No existe más. La política cultural se está yendo al diablo…
Desde un principio tu idea fue quedarte y progresar en Francia?
No. Cuando decidí no volver a la Argentina, en 1977, pensaba quedarme en otro lugar. Quizás en Nueva York, que era la meca de la música que me gustaba. Pero me quedé en París. Y ahora pienso que fue una suerte.
Por qué pensás que fue una suerte?
En París hay mucho menos música, digamos autóctona, que en Londres o Nueva York. Hay entonces un lugar muy amplio para las músicas que vienen de otros lados. Y eso a mí me permitió poder desarrollar otra veta en el tango. Una posibilidad que creo que no hubiera tenido en Londres o Nueva York. En este sentido Paris fue y sigue siendo un lugar genial. Su importancia artística no es por lo que produce sino por lo que alberga.
A los 19 años habías tocado con Spinetta y Piazzolla y te colgaban el cartel de “nuevo genio de la guitarra”. Cómo saliste de eso?
Con trabajo. A mí me costó mucho escapar de esa imagen. Yo desde el primer momento en que comencé a tocar escribí mis cosas. Nunca fui sólo guitarrista, aunque se me conociera así. Eso no me pasó sólo en la Argentina, también sucedió cuando llegué a acá. A tal punto que todo eso me cansó tanto, pero tanto, que paré totalmente de tocar. Estuve ocho años sin tocar una guitarra. Por suerte eso cambió y ahora se me considera como un músico, un compositor y no sólo un guitarrista. Pero fue muy duro. Ahora dejame decirte algo. Ser virtuoso es una parte indisoluble del hecho de ser músico. Cuando viene el plomero a tu casa y te arregla una canilla, vos no decís “que virtuoso”, le pagas y chau, porque lo normal es que lo arregle bien. Y lo normal es que un músico toque bien.
Cuando decís que dejaste de tocar ocho años, hablas de tocar en público?
Ni en público ni en mi casa. Durante ocho años no toqué una guitarra. Las deje allí, archivadas. No fue fácil, te imaginarás. Pero un día me di cuenta que estaba totalmente loco y que además era infeliz por no tocar, que es algo que a mi me apasiona. Así que sin decirle nada a nadie un día comencé a tocar de nuevo. Y lo maravilloso es que no se pierde nada. Solo hay que volver a recuperar lo muscular, como un atleta, pero lo demás sigue estando. Fue maravilloso comprobar eso.
Con los años profundizaste tu veta de compositor y director. Eso te ayudó al regresar a la guitarra?
Totalmente. Me hizo cambiar también como guitarrista. Básicamente aprendes a escuchar. El trabajo con orquesta es estresante. Hay que agudizar mucho tu capacidad de escucha y análisis. Y eso me sirvió cuando volví a la guitarra, esto de escucharse a uno mismo. Eso me hizo cambiar muchas cosas. Hasta técnicas. Es una influencia mutua. Porque cuando escribo para otros, muchas veces me dicen que se dan cuenta que también soy intérprete. Aunque no lo creas, hay muchos compositores que escriben la idea, pero se olvidan que después hay un tipo que tiene que tocarla, que tiene que defender esa idea.
Y cómo te relacionas vos con los músicos que van a defender tu idea?
Hablo mucho con los músicos. No solo cuando los dirijo, sino también mientras compongo. Hablo con los demás instrumentistas y trato de saber porque tal cosa cuesta más que otra y trabajo en consecuencia. A eso le tenés que sumar el estudio. Ver como hicieron otros, como trabajaban los grandes, los capos de la orquestación, de la dirección. Esfuerzo y estudio, como cualquier otra profesión. Y después está la experiencia, el ponerse a hacer las cosas. Es una ciencia en evolución permanente. Y también los instrumentos siguen evolucionando. Fijate en la guitarra. Antes de que apareciera Hendrix a nadie se le había ocurrido que se podía tocar así.
Uno de los grandes placeres debe ser compartir escenario con gente que uno admira. Vos tocaste con Michael Portal y Steve Lacy. Qué recordás de aquello?
Hablamos de grandes músicos. Pero músicos excepcionales hay muchos. Lo diferente es que además hablamos de grandes personas. Gente muy culta y además extremadamente humilde. No pierden el tiempo en fanfarronerías ni estupideces. Van directamente a lo importante. Hacer música, crear. En los dos casos que vos citás me pasó algo que no me sucede a menudo. Estar en el escenario y en determinado momento parar, porque lo único que quería era escucharlos. Lo que yo estaba haciendo no agregaba nada. Porque lo otro estaba perfecto. Estaba en el escenario, pero fui público durante dos o tres minutos. Fascinado por el camino por el que me estaban llevando.
Conocés lo que se hace hoy en la Argentina?
Yo me fui en en 1977 y volví recién en el 2005. Me perdí toda una generación de músicos. Ahora veo que hay nuevos valores. Es algo de lo que creo que el argentino no es consciente. Constantemente surgen músicos de muy alto nivel. Me acuerdo que conocí a Ernesto Jodos, Adrian Iaies, Diego Schissi, gente muy talentosa, que no tiene nada que envidiarle a un solista europeo.
Tenés años en esto, pero en el camino siempre hay enseñanzas. Qué fue lo último importante que aprendiste?
Te va a parecer raro lo que te voy a decir, pero yo recién hace poco tiempo descubrí que cuando yo la paso bien arriba de un escenario, también la gente la pasa bien. Yo estaba tan obsesionado en hacer todo perfecto que no disfrutaba. Siempre pensé que el músico es una persona muy pretenciosa. Le hace pagar a la gente y encima le pide que se calle y escuche. Entonces como mínimo tenés que tocar perfecto. Pero no. A la gente no le importa si tocás perfecto. Lo que quiere es que te mates tocando. Y eso , que es una pavada, yo lo descubrí hace poco. Y fue cuando deje de tocar y fui público. Entonces, si el tipo que está en el escenario le pifia a una nota, a mí que mierda me importa, si después me entrega un pasaje que me hace feliz. Que justifica que yo esté allí sentado, escuchándolo. Eso aprendí.
Tomás Gubitsch, discografía selecta
El jardín de los presentes. Invisible. (1976) De todas maneras. Rodolfo Mederos y Generación cero. (1977) Astor Piazzolla. Olimpia 77. (1977) Resistiendo la tormenta. Gubitsch-Caló. (1980) Sonata doméstica. Gubitsch. (1986) Contra vientos y mareas. Tomás Gubitsch Trío. (1988) Canto & Sokoa Tanz. Portal. Cinelú. Gubitsch. (1991) Sans cesse. suite. (1997) 5. (2000) Itaca (2012) Para más info sobre Tomás Gubitsch ver. www.gubitsch.com