Hermenegildo Sábat no solo fue uno de los más importantes ilustradores del país, sino también un certero editorialista político que no necesitaba de palabras para expresar su pensamiento. Pero además fue un entusiasta jazzero. La prueba certera de su pasión son los cientos de ilustraciones y sus libros sobre la historia del género y sus protagonistas, a los que retrató con singular talento. Desde aquel 2 de octubre de 2018 cuando falleció, el alma del jazz está un poco más sola.
Sus amigos le decían Menchi. Para sus miles de seguidores era simplemente Sábat. Pero lo que no tantos saben es que el certero ilustrador que desnudó la crueldad de la dictadura y los vaivenes de la vida política en democracia, era además un apasionado seguidor del jazz y un conocedor profundo de su historia y sus estilos.
Buena parte de esa labor, plena de originalidad y talento, puede encontrarse en sus libros, como los que en 1972 le dedicó a Bix Beiderbecke, a quien retrató con maestría en Yo Bix, Tu Bix, El Bix; el Dos dedos, una interpretación gráfica de Django Reinhardt y su recordado El pájaro murió de risa, dedicado a Charlie Parker, en 2007; además del colorido Jazz a la carte o Scat, un despliegue de interpretación en blanco y negro; todos registros innegables de su pasión jazzera.
Sus dibujos y sus acuarelas también se convirtieron en portadas de varios discos recordables, como los del violinista chileno Hernán Oliva, la Antigua Jazz Band y la Original Jazz Band, uno del pianista norteamericano Fats Waller, o los más recientes de Dino Saluzzi y el violinista platense Sergio Poli.
Por cierto, su famosa caricatura de Carlos Gardel, con su eterna sonrisa y el sombrero ladeado, es la que dio imagen a la estatuilla de los premios Gardel, que para seguir con los apellidos ilustres, en su edición 2020 premió como mejor disco de jazz a un Piazzolla al que todos conocen como Pipi.
Y si bien Sábat prescindió de las palabras durante toda su producción de dibujos sobre la actualidad política, sí las utilizó cuando retrató a figuras históricas del jazz. Buena parte de esos textos se encuentran en Jazz a la carte y otros libros de su autoría, pero quizás alcanzan mayor magnitud en Adioses tardíos, el libro que Aguilar publicó en 1988, y en donde Sabat rinde homenaje a los músicos que admiró en su vida.
Se suceden allí una vez más Louis Armstrong, Lennie Tristano, Lester Young, Dizzy Gillespie, un atormentado Eddie Condon, el no menos trágico Hernán Oliva y Benny Goodman, quien seguramente impulsó junto a Pee Wee Russell su pasión por el clarinete.
En “Usted no puede cantar en el Colón”, su artículo de 1976 con el que abre Adioses tardíos y alerta sobre cierto subdesarrollo cultural, Sábat comienza con una frase de absoluta actualidad. “No es un invento afirmar que el aislamiento genera desconexión con la realidad”. Lo que se dice, un visionario.