«Canícula Metrópolis, el quinto disco de Sergio Poli, marca un cambio en su carrera. Luego de sus trabajos acústicos con formaciones mínimas, el violinista parte en búsqueda de nuevos efectos y sonoridades al frente de un ensamble eléctrico de gran potencia y diversidad.
Entrevista: Fernando RíosLo que hay que juzgar en cualquier artista de jazz, decía Miles Davis, es dónde está el proyecto y dónde las ideas. En este quinto disco del violinista platense Sergio Poli, «Canícula Metrópolis», ambas cuestiones quedan expuestas con tal claridad, que las dudas pierden sentido. A la par de su productor Luis Aceto, quien le sugirió la idea del disco y que además aporta arreglos y se suma en la guitarra, percusión y trombón, Poli logró un trabajo que seguramente será un hito en su carrera. Junto a su banda operativa, con Daniel Viera en batería, Pablo Murgier Pazdera en teclados, Jonatan Schenone en bajo y Gabriel Tarruella en saxos, a quienes se suma en algunos temas el bajista Alejandro Herrera y Arturo Miceli en guitarra; Poli transita con talento el difícil camino del jazz eléctrico, con su violín a veces al frente y otras en medio del entramado de una música que invita al disfrute.
Tu disco anterior, “Y en eso estamos”, era acústico y en cuarteto. Qué te decidió por pasar a lo “eléctrico” y sumar nuevas voces?
Habría que remontarse en poco en el tiempo, porque si bien “Y en eso estamos” es más acústico que “Canícula Metrópolis”, antes de eso estuvo Cordal Swing, un grupo con el que hacíamos eso que después se llamó Gipsy Swing, o sea, el estilo de Stephane Grappelli y Django Reinhardt. Pero de todas maneras el cambio fue y es una constante en mi carrera. Y en ese contexto “Canícula Metrópolis” se inscribe en esa línea. Con Cordal Swing hacíamos un jazz netamente acústico con guitarras contrabajo y violín “acústicos”. Ya para el Sergio Poli Cuarteto, si bien el formato sigue siendo acústico, había incorporado el violín eléctrico y de cinco cuerdas. Esto me daba una mayor variedad en lo que hace a sonoridades. Y creo que fue la antesala del Ensamble Eléctrico.
Y cómo surgió la idea de hacer el Ensamble Eléctrico?
Concretamente fue Luis Aceto, el ingeniero con el que grabé todos mis discos anteriores, quien me dijo, mientras estábamos mezclando el CD del Cuarteto, que el próximo debía ser un disco eléctrico. Así fue como empezamos con un arreglo de Luis sobre “Wake up”, de Dave Weckl, a imaginar cómo sería ese disco, qué instrumentos y músicos íbamos a tener, qué repertorio, etc. Y fundamentalmente, qué uso le daríamos al violín. Empezamos a buscar efectos, sonoridades; incorporé un violín Barcus Berry que había sido de Héctor López Fürst, mi maestro en estas lides del jazz, y de a poco se fue armando, el disco y el grupo.
El repertorio es más cercano en el tiempo. Tiene que ver con la “electrificación” de la propuesta?
Si, sin dudas. Esa especie de electrificación te lleva de cabeza a las primeras experiencias de Miles Davis y a todo lo que vino después, en los años 70, con Chick Corea, John McLoughlin, Joe Zawinul. Y por supuesto, ese gran referente para mí que fue y es, Jean-Luc Ponty
Pusiste teclados, saxos, guitarras, percusión. Es interesante ver cómo te sitúas, a veces al frente y otras “sumergido” entre tantos colores. Cómo fuiste trabajando eso?
Esa fue la gran tarea de Luis Aceto. Habrás visto que en las láminas del CD hablo de él y de cómo este disco es antes que nada un sueño de Luis. Un tipo con muchísima experiencia en esto de grabar pero además, y por sobre todas las cosas, un gran músico. Y justamente esto que mencionás es a lo que me refería cuando hablábamos de sonoridades: ir buscando la textura más adecuada para cada tema y para cada arreglo. Lo demás, decantó por peso propio. A veces el violín está al frente y a veces metido en medio de la trama
Tocás “Still Warm” de Scofield y “Barbary Coast” de Pastorious. Qué tenés en cuenta al hacer temas pensados para el protagonismo de la guitarra y el bajo?
Bueno, en “Barbary” el gran protagonista sigue siendo el bajo, en las manos maravillosas del Zurdo Herrera. En el caso de “Still Warm” buscamos una sonoridad que nos trajera aquella de Scofield, sin perder la especificidad del violín. Es diferente el tipo de ataque, de sustain, y sobre todo eso hay que trabajar para obtener una identidad que se parezca sin ser una copia.
También hacés “Birds in the kitchen” del belga Benôit Sourrise, que ya había grabado Didier Lockwood. Qué privilegiaste al hacer tu propia versión?
La versión de Didier es más “jazzera”, si cabe. Creo que la gran diferencia entre una versión y la otra pasa por la exposición del tema celta, que en nuestro caso lo hicimos con sobregrabaciones para que suenen tres o cuatro violines, logrando un efecto más “rústico”. Y de paso hacer un homenaje, ya que antes mencioné a Ponty, a Didier Lockwood, posiblemente el mejor violinista de jazz de la actualidad.
“Y en eso estamos” tenía tres temas tuyos. “Canícula” tiene cinco. Vas ganando espacio como autor?
Creo que va un poco por ahí. Cuando grabamos con el Cuarteto yo ya estaba estudiando con Manolo Juárez y después seguí un buen tiempo más. Creo que aquellos años de aprendizaje se ven más reflejados ahora en “Canícula”.
Estás presentando tu disco disco en el circuito?
En La Plata hemos tocado a mediados de febrero y seguramente seguiremos presentándolo. En Buenos Aires estaremos presentando el disco el domingo 3 de marzo en Café Vinilo, y el 11 de abril en el Ciclo de Jazz en el Hotel Ramada, en San Martín 450 , en Vicente López.