En estos días se cumplieron 50 años de la edición de un disco fundamental en la historia del jazz: “A Love Supreme”, la primera gran obra mística de John Coltrane. Aquí, tres de los mejores saxofonistas argentinos analizan la importancia de la obra y la trascendencia de su autor. Carlos Lastra, Pablo Ledesma y Andrés Boiarsky tienen la palabra.
“A Love Supreme” fue antecedido por “Blue train” (1958), “Giant steps” (1959) y “My favorite things” (1960) y precedió a “Transition” (1965), “Interstellar Space” (1966) y “Expression” (1967). Con la perspectiva da el tiempo, qué lugar ocupa este trabajo en la discografía de Coltrane.
Carlos Lastra. El lugar sigue siendo de privilegio por lo que significa conceptualmente. Tal vez haya discos en los que queda mejor plasmada la energía del cuarteto, pero acá, esa energía contenida es parte de lo conceptual. En lo personal me gusta más la versión en vivo en Antibes de la Suite, pero la versión de estudio tiene esa cualidad de ofrenda. Un mensaje que Alice describe como “una invitación a entrar a un hermoso lugar escondido en nuestro corazón y nuestra alma”.
Pablo Ledesma. Para mí lo notable en John Coltrane, es la incesante búsqueda de un horizonte sonoro diferente y de un misticismo progresivo que se profundizó a partir de “A Love Supreme”. Aquí, en esta obra, se conjuga una serie de elementos que la hacen novedosa y accesible al gran público: música de trance, de ritmo hipnótico, armonías estáticas y líneas melódicas envolventes, que evolucionan como una espiral hacia la catarsis.
¿Qué valores conserva el disco 50 años después de haber sido grabado, que hace que se lo recuerde y se lo siga estudiando?
Andrés Boiarsky. Para mí es un todo. Desde lo personal, y más allá de “A Love Supreme”, lo que a mí más me impresiona de Coltrane en general es el increíble trayecto de su vida musical. Como si hubiese sabido desde el vamos que su vida sería muy corta.
Lastra. Yo vuelvo a lo conceptual. De más está decir que la ejecución es impecable, pero la concepción de la Suite, el balance y el mensaje son y seguirán siendo inalterables y, creo, insuperables.
Para algunos críticos y seguidores de Coltrane, “A Love Supreme” no fue su mejor realización.
Lastra. No creo que sea una obra comparable a otras. Acá hay algo trascendental, una intensión de ofrendar, un pedido, un diálogo directo y al mismo tiempo, una afirmación de que Dios está en todos lados. Creo que va más allá de comparar la ejecución o la composición de forma aislada.
Es fuerte la presencia de lo espiritual, lo religioso en un sentido amplio. “Todos los caminos conducen a Dios”, escribió en el manuscrito de “A Love Supreme”. ¿Cuál creen ustedes que es la importancia de este elemento en la obra?
Boiarsky. Es innegable que Coltrane rompió todas las barreras desde lo «técnico» musical. Desarrolló su propio concepto de rearmonización a partir de “Giant Steps”. Luego llevó la estilización de sus conceptos al cuarteto con Elvin Jones, McCoy Tyner y Jimmy Garrison. Pero no se quedó allí. Siguió avanzando y llevó su música a un plano mucho más «elevado» con la fuerza de su creencia religiosa. Y eso es lo que está plasmado en «A Love Supreme» y más allá..
Lastra. Creo que el elemento religioso es fundamental. Marcó la última etapa del Cuarteto Clásico y la obra de sus últimos años con sus últimas formaciones. Creo que su música, en esa búsqueda espiritual, encuentra eso que algunos llaman “la monotonía de lo sublime”.
¿Hubiera sido posible la profundidad de su obra sin esta mirada metafísica?
Lastra. Es difícil saberlo, creo que fueron muchos los factores que lo llevaron a ser quien fue. Me gusta pensar que, de una forma u otra, hubiera encontrado ese camino. Ademas hay que considerar también su historia familiar, sus vivencias en la infancia, el abuelo predicador, el contexto social de una época tremenda y convulsionada, su infierno con las drogas, su disposición al estudio, sus convicciones. Creo, como ellos dicen, que allí había “un hombre con una misión”.
Ledesma. Además el contexto histórico. Tampoco es casual que en esos primeros años de la década del 60, la sociedad occidental en general, estaba accediendo masivamente a la música de Oriente y los compositores académicos trabajaban sobre lo que luego se dio en llamar minimalismo.
Andrés decías que actuaba como si supiera que iba a tener una vida corta…
Boiarsky. Pensá que todo lo que hizo Coltrane, y de lo que aún hoy se sigue aprendiendo, lo hizo en un período menor a los diez años. Fue una evolución fundamentada y desprovista de «atajos». Para mi es la prueba más que tangible de que su talento era el de un verdadero genio de la música. Y digo «genio» con el valor real de la palabra, hoy en día algo bastardeada.
¿Pablo, vos coincidís con el perfil revolucionario de Coltrane?
Ledesma. Desde mi pequeñez, yo reconozco en Coltrane a un catalizador de su tiempo más que a un revolucionario. Un músico que expuso y desarrolló las exploraciones de visionarios como Cal Massey, Eric Dolphy, John Gilmore, Sun Ra, N. Slonimsky y otros y que gracias a su popularidad ganada -no sin esfuerzo ni críticas adversas- en los grupos de Miles Davis y Thelonious Monk, logró llegar al reconocimiento de un público internacional.
En el 2017 se cumplirán 50 años de la muerte de Coltrane. ¿Cuál fue su legado, su principal enseñanza?
Lastra. Creo que la búsqueda constante, el no aburguesarse en ninguna de sus etapas previas de desarrollo que le hubieran permitido, perfectamente, hacer una carrera fantástica en esta forma de arte. Pero esa pulsión creativa fue más fuerte. Creo que, más allá de haber determinado una manera de tocar el instrumento que influenció y sigue influenciando a generaciones de saxofonistas, él nos mostró un concepto artístico de la vida por sobre el musical.
Ledesma. El impacto que causó fué notable. A partir de allí músicos de todo el mundo comenzaron a explorar su propia manera de improvisar y de crear música espontánea alejándose de la imitación del jazz americano. Hizo posible la aparición de exploradores e innovadores de la técnica del saxofón como Evan Parker y tantos otros, influidos directamente por lo que escucharon en Coltrane. Lo que me parece significativo es que su legado más importante: la búsqueda, es lo que menos se le reconoce actualmente.
Andrés Boiarsky nació en Buenos Aires en 1957. Comenzó su carrera en el país, pero en 1978 viaja a estudiar a Londres. Allí formó su propia banda y grabó su primer disco como solista para el sello Spotlight Records. Vuelve a la Argentina en 1981 y desarrolla una amplia actividad, con shows y grabaciones. En 1988 se radica en Nueva York, donde vive actualmente. Ha tocado con las orquestas de Lionel Hampton y Dizzy Gillespie y ha participado en cientos de grabaciones junto a músicos como Slide Hampton, Claudio Roditi, The United Nation Orchestra, Nancy Wilson, Paquito D’Rivera y Al Di Meola, entre otros. Su último disco como líder es “Crosstalk” de 2014. Carlos Lastra nació en 1958. Inició sus estudios en Buenos Aires y en los años 80 viajó a Boston para perfeccionarse en el Berklee College of Music, de donde egresó en 1985. Desde su regreso formó parte de innumerables formaciones y proyectos culturales. Ha tocado con músicos como Dave Kikosky, Jorge López Ruiz, el Negro González, Jim Kelly, Jim Odgren, Hernán Merlo, Erling Kroner, Quintino Cinalli, Mono Fontana, Ernesto Jodos, Hugo Fatoruso, Pedro Aznar, Lito Epumer, Osvaldo Fatoruso, Pepi Taveira y Enrique Norris, entre otros. Actualmente tiene su propio grupo con el que editó cuatro discos, el último de ellos “Despedida” en 2013. Pablo Ledesma nació en 1958 y desde hace años está radicado en La Plata. Integró el trío de Bucky Arcella y el grupo “Alfombra mágica”, pero luego progresivamente fue incursionando en formas más libres. Junto al pianista Pepe Angelillo produjo varios discos, el último «Orillas” en el 2015. En marzo del 2001 realizó una gira por Inglaterra y Gales y grabó junto a Elton Dean y Lol Coxhill. Ha tocado y grabado con Agustí Fernández, «Butch» Morris, Wadde Matthews, David Haney, Carlo Actis Dato, George Haslam, Elton Dean, Lol Coxhill y Peter Hollinger, entre otros. Actualmente prepara un nuevo proyecto que lo llevaría a Europa a mediados de año.