Hace poco más de 20 años Carlos Sampayo se valía de la literatura para reseñar la construcción de su discoteca jazzera, nutrida de títulos y músicos imprescindibles. Aquel primer Memorias de un ladrón de discos, al que le siguió Nuevas aventuras del ladrón de discos, inició la trilogía que hoy se completa con un nuevo trabajo, tan anhelado como necesario: una Discografía personal del jazz, en la que este filoso conocedor del género comparte sus saberes; abriendo generoso las puertas de una discoteca que hoy solo está en su recuerdo.
“La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo; y ella no pierde lo que merece ser salvado”. El pensamiento de Eduardo Galeano bien podría prologar este nuevo trabajo de Carlos Sampayo, testigo privilegiado de los mejores años del jazz, a los que supo analizar con pasión y cuyos recuerdos regresan ahora en Discografía personal del jazz, la reciente edición del Gourmet Musical.
Unos 400 nombres y cerca de 900 discos integran esta selección, en la que Sampayo, con la colaboración del periodista Jorge Freytag; traza un recorrido personal que define sus gustos y preferencias a lo largo de más de 30 años. Dividido en una decena de capítulos, el libro refleja las distintas décadas en las que se desarrolló el género. “No quería hablar de discos, música o músicos que no me gustaran, dice. La idea fue compartir el gusto y la preferencia. En este sentido no es crítica, más bien reseña”.
En 1999 publicaste Memorias de un ladrón de discos y años después las Nuevas aventuras…En ambos compartiste la formación de tu discoteca personal. ¿Qué te impulsó a pasar revista nuevamente sobre aquellos discos que quizás hoy solo estén en tu memoria?
Son libros diferentes. Las Memorias eran literatura y los discos una excusa para recuperar la memoria perdida como consecuencia de un accidente de hospital. En este libro, dentro de mis posibilidades, hago reseñas críticas. Y, efectivamente, están en mi memoria
Estos 900 discos del libro deben ser solo una parte de las críticas que escribiste en tantos medios. ¿Con qué criterios planteaste esta selección?
No quería hablar de discos, música o músicos que no me gustaran. La idea fue compartir el gusto y la preferencia. En este sentido no es “crítica”, más bien “reseña”.
El libro abarca el período 1920-2011. El comienzo está claro. Son los años de figuras emblemáticas como Jelly Roll Morton, Bessie Smith o Louis Armstrong. ¿Pero por qué estableciste el final en 2011?
Fue el año en que regresé a Argentina después de 40 años de vivir en el extranjero. Con el regreso dejé atrás toda mi discoteca. No fue un divorcio sino un proceso natural. La relación física con los discos había llegado a su fin. Es lo que mandan los tiempos. Cuando la sensualidad es reemplazada por la virtualidad.
Si bien es tu discografía personal, es inevitable que cada lector la coteje con la suya propia. Por eso pregunto: ¿Cuál fue el criterio para reseñar cinco discos de George Garzone y uno solo de Sony Rollins o seis de Tom Harrell y uno de Clifford Brown?
No hay un criterio. El lector y yo sabemos que Rollins tiene más peso que Garzone y que Clifford es más grande que Harrell. Pero los discos de Rollins y Clifford ya han sido ampliamente reseñados. Incluso por mí mismo. No necesitan recordatorio.
Otro detalle es la escasa presencia de cantantes. Solo están Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Sara Vaughan, Carmen McRae y Diana Krall y con tan solo un disco de cada una.
Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Sara Vaughan, Carmen McRae son la plana mayor. Representa mis preferencias, salvo en el caso de cantantes músicos. Louis Armstrong y Jack Teagarden llenan mis preferencias al respecto. Metamos también a Lee Willey y Mel Tormé.
Incluiste un puñado de músicos argentinos. ¿Estás al tanto del jazz que se hace en el país?
No sigo su evolución, pero si reconozco que hay muy buenos músicos. Como por otra parte sucede en todo el mundo. El jazz ha crecido desde sí mismo. Se expande. Pero no hacia el futuro.
¿Cuánto de esta música podría rastrearse en tus obras no jazzísticas, como las novelas El lado salvaje de la vida y El año que se escapó el león, tu libro de poemas o las historias gráficas que hiciste con José Muñoz y Solano López?
Hay indudablemente un trasfondo de jazz en el trabajo con Muñoz. Sobre todo en los argumentos que transcurren en Nueva York y también algo en lo que hice con Igort y con Oscar Zárate. Pero no en mis velas y relatos.
El rol del crítico es siempre cuestionado e incluso señalado como alguien “de afuera”. Alguien que quiso pero no pudo ser. ¿Cuál es para vos la función esencial de un crítico?
Creo que informar. Igualmente quiero aclarar que no soy un crítico sino un escritor aficionado al jazz que escribe sobre la música que ama.
En este sentido ¿coincidís con el español Chema García Martínez cuando dice que ya no existe el jazz, aunque si músicos que lo practican?
Chema tiene razón. El jazz tiene futuro en la medida en que tiene presente. Pero ese futuro está en la vitalidad y honestidad de los músicos. Y otro poco en la memoria que construimos los que escribimos sobre el tema. Es una suerte de obstinación. Ahora bien, tiene mucho más futuro la música de Duke Ellington o Louis Armstrong que la que pueda hacer hoy Joe Lovano con todo su talento.
¿Pero los músicos importantes de hoy, por caso Lovano que vos citás, no pueden generar una escuela, una descendencia tal como lo hicieron aquellas figuras históricas?
Basta con mirar y recordar el impacto de Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane o Duke Ellington. ¿Qué músico actual da la idea del nacimiento de una estirpe? Ellos dieron forma a un corpus necesitado de corroboración. El jazz actual es esa corroboración.
Hoy la música se escucha fragmentada y reina el streaming con su pobre calidad de audio. Pero es innegable la inmediatez del acceso, incluso para acompañar un libro como el tuyo. ¿Cómo te llevás con esas nuevas tecnologías?
No me llevo de ninguna manera. Allí están. Y que las disfruten quienes no tienen memoria del placer del disco. Ese objeto representativo y a veces simbólico.
Discografía personal del jazz (1920-2011)
Carlos Sampayo. Gourmet Musical Ediciones 2021
374 pgs. 1400 $
Carlos Sampayo (1943) es periodista, narrador, poeta y guionista. En 1993 editó “Los cien mejores discos de jazz” junto a Jorge García, Federico Herraiz y Fernando González y dirigió la enciclopedia “Maestros del jazz” a finales de los 80. Como crítico publicó en Cuadernos de Jazz y Co&Co y los diarios españoles El País y La Vanguardia. Junto al dibujante José Muñoz produjo las historias gráficas del detective neoyorkino Alack Sinner, un icono del comic mundial y “Evaristo”, basada en la historia del comisario porteño Evaristo Meneses, junto a a Francisco Solano López. También publicó “Paraguay: Crónica de un exterminio” (1978) editado en España y Francia, el libro de poesía “Tango y Milonga” (1989) y las novelas “El lado salvaje de la vida” (1992) y “El año que se escapó el león” (2000), ambas publicadas en Europa y traducidas a varios idiomas. Desde el 2011 vive en Buenos Aires.
Leo a Sampayo hace años, ya sea en sus libros sobre Jazz, las criticas de discos que escribía en Cuadernos (muchas de ellas aparecen en el nuevo libro, que también compré) Y también soy fan de Alack Sinner, Evaristo y otras genialiades que ha escrito en el mundo de las historietas.
En materia de jazz, aún en aquéllas criticas con las que no estoy de acuerdo, siempre tomo en cuenta su opinión. En éste reportaje dice cosas realmente notorias, como lo de «El jazz tiene futuro en la medida en que tiene presente. Pero ese futuro está en la vitalidad y honestidad de los músicos» Me gusta eso. Termina un poco con la idea de los «esquemas» de que es es «nuevo» o «viejo» en el género. Lo digo porque me gusta tanto la tradición como el free y estoy un poco cansado de los tópicos de enfrentamiento entre ambos bandos. Por otro lado, lo que no deja de sorprenderme en la nota es que haya «renunciado» a toda su discoteca…