Durante 13 años la columna “Planeta Jazz” que César Pradines publicó en La Nación fue a un tiempo impulso y testimonio del nuevo jazz argentino. Desde aquellas primeras noches en el Jazz Club de Buenos Aires, donde la actual escena comenzó a gestarse, Pradines apostó siempre por la reafirmación de las nuevas corrientes, asumiendo un rol crítico que incluso le valió no pocas enemistades. Hoy, desde el diario Clarín o como programador en el CCK, sigue reivindicando el destino innovador de esta música.
Vamos si te parece, de lo general a lo particular. ¿Cómo ves hoy la escena del jazz internacional?
Es un momento delicado ¿no? Yo creo que en la década del 40 nacieron los grandes músicos de jazz. Los que hicieron la historia importante. A partir de allí no encontrás más de 10 grandes músicos que hayan nacido en las décadas posteriores. Yo creo que generacionalmente el jazz se termina en 1939.
¿Cómo sería eso?
Porque es la generación que hizo la verdadera revolución jazzística. A partir de allí los grandes músicos son rockeros. Beatles, Stones, Who, Hendrix, Janis, los que vos quieras nombrar. Hay todo un bache dominado por el rock. Hoy si se va a producir una nueva revolución en el jazz debería estar entre los músicos que nacieron hace 25 o 30 años…pero yo todavía no la veo.

Pero estás hablando de un lapso no menor a los 50 años. ¿No pasó nada en ese tiempo?
Pasó que el rock, el rap, el hip hop ocuparon todo. Claro que en medio de eso puede haber surgido un gran músico de jazz…John Scofield es del 51 y es uno de ellos. Podés incluir también a Joe Lovano, Michael Brecker, Dave Holland, Herbie Hancock…Pat Metheny y algún otro que vos quieras. Pero son excepciones. No es un movimiento. No es un cambio generacional. Es lo mismo que pasa ahora con gente como Kamasi Washington o Christian Scott…son casos individuales.
¿Y qué pasa en la escena con estas excepciones, con estos casos individuales?
Pasa que el mercado los adapta enseguida. Los devora. Una generación puede cambiar o adaptar el mercado. Ha sucedido. Pero si en vez de una generación hay casos aislados, el mercado se los devora uno por uno. Kamasi, programado en el Lollapalooza es un caso claro de eso…
Ahora entre Scofield y Kamasi hay valores. Pienso en Dave Douglas, John Zorn, Brian Blade, Joe Baron, pero vos decís que no llegan a conformar una movida…
Yo digo que no dejan de ser excepciones. Incluso te diría que ellos están conformes en ser valuados así. Porque es un espacio que ellos eligen. Douglas no quiere ser un producto de mercado. Lo mismo Zorn…Saben que tienen su espacio en el jazz de composición, en la búsqueda y la experimentación. Y tienen su público.
¿Y eso está pasando también acá?
Yo creo que sí. Hace poco hablaba con Ernesto Jodos y él me decía que la gente hoy ya no tiene tantas ganas de escuchar música original como hace un tiempo atrás. Por eso también los boliches programan tributos y se abalanzan sobre las efemérides. Y ahí casi no importa quien toca. Porque la cuestión es atrapar al público con el artista que es tributado. Pero paradójicamente, estos tributos son posibles porque los músicos argentinos tienen un muy buen nivel. Entonces son capaces de hacer un tributo a Ella Fitzgerald, o Charlie Parker o a los 50 años de Kind of Blue y suenan bien. Hay un trabajo serio atrás de eso.
¿Esto no pasaba alrededor del 2000, cuando se produce este recambio generacional en el jazz argentino?
No, al contrario. Los músicos de aquellos años evitaban hacer standards. Querían hacer lo que ellos habían compuesto. Todos querían ponerse el traje de compositor. Había que hacerlo. Pensá en Adrián Iaies, Jodos, el Quinteto Urbano, el primer Escalandrum…fue muy interesante aquello.
Por aquellos años vos comenzaste a publicar tu columna “Planeta Jazz” en el diario La Nación y fuiste testigo privilegiado de todo aquello.
Sí, claro. La columna comenzó en 1999 y se publicó durante 13 años, hasta el 2012. Recién comenzaban a hacerse ver muchos de los músicos que hoy son parte importante de la escena.
¿Podrías situar un lugar o un momento puntual para el inicio de este relevo generacional?
Si. Para mí todo comenzó en el Jazz Club del Paseo La Plaza. Fue una iniciativa de Berenice Corti y su esposo, que era músico. Comenzó en 1997 y duró tres años Había jazz todos los días. De lunes a lunes. No era el único lugar, claro. Estaba Clásica & Moderna, Oliverio, Jekill, Opera Prima. Pero jóvenes como Jodos, Enrique Norris, Guillermo Bazzola, Diego Bruno, Carlos Lastra, Ricardo Cavalli, no tenían espacios hasta que encontraron su sitio en el Jazz Club.
¿Pero además del sitio en sí, había allí un ambiente propicio por algo en particular?
Sí, claro. El uno a uno de (Carlos) Menem permitió que muchos pudieran ir a estudiar afuera. Esos estudios les dieron una seguridad que muchos músicos de acá no tenían en términos de composición. Los músicos de la generación anterior tocaban principalmente el cancionero americano. Y si bien algunos de ellos componían, como Fats Fernández o Baby López Furst, no tenían la necesidad o el impulso de integrarlo a sus shows. En cambio Berenice promovía justamente eso. En el Jazz Club había lugar para las propias composiciones. Era donde los jóvenes podían mostrar sus temas originales.
El Jazz Club comenzó en 1997 pero “Planeta Jazz” aparece recién dos años después.
Si. Yo venía escribiendo algo sobre jazz pero no en el formato de una columna fija. El diario quería poner jazz, pero las músicas masivas como el rock, ganaban los espacios. En aquel momento estaba como jefe Ricardo Carpena. A él le gustaba el jazz y comenzó a privilegiarlo. Así comenzamos hasta que en 1999 aparece la columna, dándole un espacio a lo que pasaba en la semana. Con unas líneas para cada noticia, dábamos cuenta de la nueva movida, de todo lo bueno que estaba pasando.
¿Y qué estaba pasado además de las noches del Jazz Club?
Pensá que en ese año abre Notorious con Mora Juarez como programadora. Al poco tiempo aparece Thelonious y entonces el movimiento comienza tomar más fuerza. Esa tríada dura poco tiempo, porque el Jazz Club cierra. Pero Thelonious y Notorious siguieron esa línea. Y luego vinieron otros lugares para tocar, como Tobago. Porque hay algo que está claro. Sin lugares no hay jazz. Por eso yo creo que actualmente el aficionado que busca música original está algo desalentado…

Recién comentabas el tema de los tributos, pero otro tema preocupante es la falta de lugares…
Es que mientras haya lugares van a seguir surgiendo buenos músicos. Por eso también era importante la columna. Porque salía en un diario como algo constante y los locales veían que su actividad estaba reflejada, entonces seguían apostando por esta música. Yo cubría shows todas las noches y me dediqué a investigar sobre los músicos que estaban llegando. Los que ya estaban, eran conocidos por todos y está bien que así sea. Pero había nuevos valores. Y yo me dediqué principalmente a ellos. Eso fue el comienzo de lo que podríamos llamar “la nueva cosa” en el jazz argentino.
Esto que narrás es el comienzo ¿pero cuándo comienza a ponerse fuerte esa escena joven, con esos nombres y proyectos que siguen vigentes hoy?
A partir de la crisis del 2001. Hasta allí había algunos músicos o grupos que tenían un respaldo importante. El Quinteto Urbano, Escalandrum cuando eran un quinteto de latin jazz. Pero a comienzos del 2002, para ser más precisos, la gente comienza a sostener de otra manera las nuevas propuestas. ¿Te acordás del que se vayan todos?…bueno, mientras la gente golpeaba cacerolas, había paralelamente una militancia en el arte. Se llenaba Notorious para ver a Jodos, para ver el quinteto de Merlo…Había una enorme necesidad de la gente por escuchar música nueva. Y los músicos no tenían ningún temor de mostrarse. Se creó entonces un ambiente de mucha libertad.

Y ahora estás programando jazz en el CCK. ¿Qué pautas te trazaste, que privilegias a la hora de programar los músicos y los grupos?
Yo pongo a los que están tocando hoy. Pero como la entrada es gratuita, si vos no pudiste verlos cuando estaban en algún local, sea por horario o por la plata, los vas a poder ver acá. Esa es la idea. Además estoy poniendo un músico nuevo por mes. Estuvo Fermín Carpena, estará Camila Nebbia y Mariano Moreyra. Y en cuanto al repertorio intento nivelar entre los que hacen más standards con los que hacen un repertorio más de música original. En Julio no estaremos porque está dedicado a vacaciones de invierno y retomaremos en Agosto. Allí, entre otros, vamos a tener un show de doble piano con Nicolás Guerschberg y Diego Schissi.
Desde aquel inicio que contabas hasta hoy, vos seguís dando testimonio sobre la escena local. A raíz de esa experiencia cosechada, ¿cuál crees que sigue siendo el papel del crítico?
Yo también me lo pregunto. Me parece que es un rol que suele estar desdibujado. Decime, ¿cómo puede ser que todos los discos que se critican sean buenos? Que todos los shows sean buenos…Si vos lees Down Beat o Rolling Stone, vas a ver que no regalan nada. ¿Por qué nosotros tenemos que ser tan concesivos? Yo he tenido algunos problemas en ese sentido con algunos artistas nacionales e internacionales. Recuerdo haber hecho una crítica desfavorable del concierto de Ron Carter en 2015 y eso enojó a mucha gente. No entiendo porqué. Yo no estaba poniendo en tela de juicio la calidad de Ron Carter o de cualquier otro. Simplemente hablaba de un show en particular. Pero no se entendió. Y este tipo de críticas motivó que las discográficas que editaban a esos músicos no me enviaran más discos. Pero igual siempre supe también que esa era mi tarea. Dar testimonio de lo que veía. Y ser fiel a eso.