Chema García Martínez: «el jazz se aprende viviendo»

A través de la línea telefónica la pasión de Chema García Martínez se transmite con la misma fuerza que muestran sus escritos. Crítico de El País de Madrid desde 2004, autor de media decena de libros, testigo privilegiado de una época dorada y artífice de innumerables entrevistas mano a mano con la historia misma del jazz; Chema analiza la música que es parte de su ADN con la sabiduría de lo vivido. “Es la crónica de un tiempo que no volverá», dice sin un gramo de nostalgia. Es que se sabe: en cuestiones de amor, lo único imperdonable es la indiferencia.

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Son poco más de 500 páginas que de inicio podrían desalentar a los más ansiosos. Pero basta comenzar a recorrerlas para entrar en un laberinto de historias y vida del que será muy difícil querer salir. Crónicas, perfiles, entrevistas, semblanzas y hasta una receta de cocina para preparar el auténtico pollo con arroz de Nueva Orleans; conforman el universo de Chema García Martínez. El desfile de entrevistados es insuperable. Los nombres que escribieron la historia grande del jazz están en esas páginas. Desde Sonny Rollins, hasta Sun Ra, Desde Keith Jarrett a Wynton Marsalis, Ornette Coleman o el recordado Tete Montoliu. Un libro de esos que pueden abrirse por donde se quiera. La gratificación estará a la vuelta de cada página.

Chema, en Tocar la Vida decís que el músico de jazz es una especie en extinción. Incluso llevás la idea como subtítulo. ¿Por qué considerás que esto es así?

Bueno, en realidad creo que es una especie que ya está extinguida. El músico de jazz es un producto del tiempo. De todo lo que lo rodea. Y en la medida que ese espacio que lo rodea se modificó, también lo ha hecho la propuesta del músico de jazz. Entonces estamos hablando de una nueva era. Que yo no digo ni que sea mejor ni peor. Digo que es diferente. Y que lógicamente influye en el músico y en su música. Pero fíjate que en el libro también digo que hoy no existe nada que se llame jazz.

Explicame un poco más eso…

Mira…yo me siento un privilegiado. He podido vivir una era del jazz que es irrepetible. Por otro lado soy consciente de que hoy existen músicos maravillosos y que la media de estos profesionales tiene un nivel muy muy alto. Y eso pasa en todo el mundo. Fíjate sin ir más lejos en tu país. No estoy diciendo ninguna novedad, claro. Hay músicos muy dotados técnicamente. Pero a mí eso no me alcanza. Siento que falta algo.

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En el prólogo a tu libro Ben Sidran dice que “no se trata de si la persona es capaz de seguir juntando las notas sino si esto, al fin y al cabo, significa algo”.

Exactamente eso es lo que digo. Pero bueno, seguramente estoy mal acostumbrado después de haber visto durante tantos años toda esta corte de locos y de genios del jazz, que en un 90% ya están muertos o no pueden tocar. Realmente les echo mucho de menos.

Está la sensación de que hay músicos excelentes, pero no tantos artistas. Una diferencia sutil y difícil  de explicar. 

Esto lo he hablado mucho con Jorge Pardo, un saxofonista del que soy muy amigo. Jorge ha recorrido el mundo con Paco de Lucia y ha sido elegido el mejor músico de jazz de Europa, muy a su pesar. El recuerda que en el Madrid del pos-franquismo, no había tanta técnica. Muchos no sabían casi tocar. Pero existía una energía y un entusiasmo tremendo. Unas ganas de salir y arrasar cada vez que se subían a un escenario. Había camaradería y algo no menor: la presencia del jazz en el contexto de la sociedad. Los shows se anunciaban en todos lados y los teatros se llenaban de un público entusiasta. Ahora hay gente que toca maravillosamente, pero falta aquel espíritu.

¿Tiene incidencia el lugar donde se aprende? Los músicos de las generaciones anteriores se graduaban en el escenario. Hoy se enseña y se forma en las aulas.

Es que el jazz se aprende tocando…o mejor dicho: viviendo. En el libro lo dice Fred Hersch. Cuenta como comenzó a tocar, conociendo primero a uno luego al otro. Las veces que se ha equivocado. Los golpes, los sinsabores. Mira, el tema de las escuelas es muy controvertido. Sidran habla también del contraste entre los que hoy tienen todo al alcance de la mano y los que en otra época tenían que salir a la calle a aprender y al mismo tiempo ganarse la vida. Creo si que lo que un músico aprende en una sola noche tocando con un viejo maestro, no lo va a tener de ningún otro modo.

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A tono con esto, decís que tu libro es como la crónica de un tiempo que no volverá. ¿Puede decirse que sobrevuela cierta nostalgia inevitable?

No para nada. No soy nostálgico.  Me estoy refiriendo a un tiempo que se ha ido, sé que se ha ido. No me estoy lamentando por eso. Porque he tenido la fortuna de vivir ese mundo y no voy a estar buscándolo ahora. Incluso tampoco soy de estar escuchando aquellos discos. De hecho me he venido a vivir a Brasil y le he dejado todos mis discos, mis libros y mis revistas al Instituto Valenciano de la Música. Y me encanta haberlo hecho. Hay mucho que vivir y ese capítulo que quedó allá ha conformado mi vida. Ha conformado mi ser. Yo soy jazz y seguiré respirando jazz. Y eso es inmutable. Pero ahora hay otras cosas que experimentar.

 ¿Por ejemplo cuáles?

Como te digo ahora estoy en Brasil, que como sabes es un país muy particular. Fascinante y contradictorio. Un país tan musical en el que sin embargo no hay prácticamente jazz.  Pero de todas maneras, hay tantas cosas por descubrir. No solo aquí. Mira todo lo que está cambiando en el mundo. Uno no puede quedarse en la nostalgia, en lo que fue.

¿Ni siquiera para escribir un libro que trae desde la memoria momentos pasados, personas que ya no están?

No tampoco. Porque todo eso que está puesto allí lo tengo yo. Está aquí. Está en mi adn. Yo he mamado eso. He dicho alguna vez que Tocar la vida es la primera parte de mi autobiografía.  No sé si habrá una segunda. Pero ese soy yo. Así que no he tenido que buscar mucho porque es algo que sigo llevando conmigo.

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¿Cómo fuiste construyendo el libro, teniendo en cuenta que buena parte de las entrevistas datan de años y fueron publicadas por distintos medios?

Bueno, hay una persona que es como mi santo, al que le debo todo, que es Jorge García. Cada vez que llamo pidiéndole algo, me responde de inmediato. ‘A ver Jorge si encuentras aquella entrevista que le hice a Freddie Green del año 74 y que debe estar en alguno de los cientos de cajones que están allá”. Bueno al minuto tengo escaneada en mi ordenador la entrevista. En gran medida pude hacer este libro porque las cosas que necesito no están conmigo, sino en el Instituto de Valencia con San Jorge García. Así que mi trabajo ha sido principalmente el de revisar esos textos, actualizarlos en algún caso y no mucho más.

En estos años has entrevistado a músicos centrales en la historia grande del jazz. ¿Eran conscientes ellos de esa trascendencia?

Te diría que la mayoría no tenía consciencia del rol que ocupaba. Me ha pasado de hablar con determinado músico de algún disco importante, de un show o un solo maravilloso y el hombre ni se acordaba. Si se acordaba que le habían pagado bien y que luego se fue a tomar unas copas. Esas contradicciones maravillosas hacen del jazz una música única. No obstante y esto también hay que decirlo, hay músicos que han tenido o tienen una perfecta consciencia de su obra.  Wayne Shorter, por ejemplo, es un señor que sabe perfectamente lo que ha hecho y el lugar que ocupa en la historia.

Sonny Rollins
Sonny Rollins, Enrico Rava, Tete Montoliu y John Zorn, bajo la mirada de Chema.

A propósito, pienso en tu charla con Sonny Rollins del 2006. Te habías perdido buscando su casa y ninguno de sus vecinos tenía idea de quién era.

Sonny vive en Germantown, una pequeña comunidad rural, casi sin casas, a 200 kilómetros al norte de Nueva York. Como dices, me perdí y no encontraba a nadie que conociera a Sonny Rollins para guiarme. Me metí en un taller mecánico y le pregunté a un hombre que parecía sacado de una película de los hermanos Cohen. No lo conocía, pero al final me dijo “Ah, buscas al negro ese que toca el saxo”.  Sonny vivía hacía años al lado suyo y él no tenía idea de quien era. Algo similar viví con Lee Konitz. Fui a escucharlo en un club de Manhattan. Un lugar miserable. Konitz cobraba un equivalente a 20 euros por dos pases. Le pregunté por qué admitía eso. Y él me dijo algo como “es la vida del músico de jazz”. Entonces entiendes porque quieren ir a Europa, donde se les trata con respeto.

En Argentina también se los recibe con afecto. Son las tristes contradicciones del jazz…

Es que el jazz es en sí mismo contradictorio. He dado muchas charlas y he visto que cada cosa que dices luego la tienes que desdecir. Es la gracia de esta música. Puedes decir que el jazz es música improvisada. Y sí. Pero resulta que la mitad del jazz no lo es. Sucede otro tanto con la palabra jazz. Mirá, por distintas razones nunca pude entrevistar a Miles Davis. Pero si he hablado algunas veces con él. Y una de esas veces le mencioné la palabra jazz. Entonces me clavó aquella mirada y con la voz de ultratumba que tenía me dijo: What do you mean with jazz? (¿qué quieres decir con jazz?). Vale Miles, disculpa no quería decir eso (risas).  Ellos odiaban la palabra jazz.  Y el término sigue siendo contradictorio aún hoy.

Sonny Hero

Siguiendo con las contradicciones, ciertas o no, describís a Rollins como solitario y vulnerable, muy diferente al artista arrollador que todos conocemos.  

Bueno, piensa por ejemplo en Ben Webster, un músico capaz de derretirte con esas baladas maravillosas y que sin embargo era boxeador y bastante violento. Esas contradicciones, lejos de producirme desazón, en realidad me estimulan. Rollins, un artista que si lo pillas en una noche inspirada es lo más, en su intimidad es un hombre reflexivo, interesado por las cuestiones metafísicas. Tierno, vulnerable, aún triste por la muerte de su mujer. Yo creo que incluso Miles no era como se mostraba en público. Los que le conocieron de verdad lo saben.

En Tocar la vida le dedicas espacio al jazz europeo. ¿Cuál es tu apreciación. Se puede hablar de una personalidad común más allá de la diversidad geográfica y cultural.

Creo que si hay un cierto destilado común. Quizás por el solo hecho de vivir fuera de los Estados Unidos. A esto súmale que los norteamericanos tienen la necesidad de asegurarse su producto e ignorar al resto. Fijate en la última encuesta de Down Beat la lista de los 20 mejores saxos tenores. Solo dos son extranjeros: la chilena Melissa Aldana, que vive en Estados Unidos y Jan Garbarek, que no se reconoce como un músico de jazz y que además ha pasado su mejor momento hace tiempo. Esa ignorancia, ese desprecio por lo ajeno, es en definitiva lo que une a Europa.  Yo no voy a decir que el jazz europeo es mejor que el norteamericano. Pero al menos es equiparable. Hace mucho que Europa produce una música basada en el jazz de muy buena calidad.

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Chema con McCoy Tyner

Seguramente habrá músicos con los que tuviste más o menos feeling. ¿En qué medida la empatía o su  ausencia inciden al momento de escribir tu texto?

Te diría que yo no sigo mucho las normas. Una de ellas dice que un periodista no debe ser amigo del entrevistado. Yo no pude evitarlo. Yo me enamoro de todos los entrevistados. Para mi muchas veces es más importante lo que pasa fuera de micrófono. Y a menudo me he ido a tomar cervezas con ellos. Yo sé que eso es profundamente incorrecto. Pero es lo que a mí me pasa.  Claro que hay músicos que no me interesan demasiado. Pero igual siempre busco algún punto de interés, porque todos los tenemos.

En el último tramo de tu libro narras tu propia muerte…no personal, sino como crítico de jazz. ¿Eso se mantiene o ya has resucitado?

No (risas). El protagonista del libro es el músico de jazz, que quede claro. Pero como te dije es también la autobiografía que nunca voy a escribir. Así que ese capítulo fue una especie de gesto simbólico. Es el momento en que decido desprenderme de todo lo que ha sido mi vida y donarlo. Así que el día en que llegó el camión y cargó las cajas con mis discos, los libros las revistas; yo sentí que allí se iba mi vida. Porque el jazz ha sido mi vida.

Y si te pidiera un solo recuerdo, entre tantos. Algo imposible de olvidar…

Recuerdo un día que, hablando de mi oficio de crítico con Randy Weston, me dijo: “Pero Chema, si tú eres músico. La diferencia es que escribes palabras. Pero eres músico”. Ese fue el mejor regalo que alguien me hizo en la vida.

Distritojazz libros Chema García Martínez Tocar la vida

Tocar la vida.

El músico de jazz: vueltas en torno a una especie en extinción.

Chema García Martínez.

Alianza Editorial. 516 pg

Blog personal de Chema.  Cliqueá aquí 

 

 

 

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2 comentarios

  1. Muy buena entrevista.
    Gracias por mostrarnos a Chema, es agradable e inspirador -al menos para mi- ver ‘el entrevistador entrevistado’.
    Un saludo desde Tenerife.

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