El baterista Damián Allegretti irrumpe con fuerza en la escena local con “Stoddard Place” su primer disco como líder. Con nueve composiciones propias y dos acompañantes de lujo, el saxo nortemericano Tony Malaby y su compatriota el cellista Erik Friedlander, habitual compañero de andanzas de John Zorn; Allegretti logra un trabajo singular y de extraña belleza.
Fotografías en show: Pablo MehannaLa sabiduría popular sentencia que los gustos hay que dárselos en vida. Cuándo si no. Y Damián Allegretti lo hizo. Viajó a Nueva York. Se juntó con Tony Malaby, uno de los saxos más creativos de la escena local. Alistó a Erik Friedlander, un músico exquisito, al que puede rastrearse en algunos discos de John Zorn y Dave Douglas, además de los suyos propios. Entró en Avatar Studios y salió con su primer disco bajo el brazo.
El resultado sorprende. El debut de Allegretti como líder es delicadeza en estado puro. Suaves melodías, a veces apenas esbozadas. Sonidos mínimos que desencadenan pasajes extremos. Climas cambiantes. Por momentos cálido y reposado, por otros embarcado en un torrente free que demuele. Nueve composiciones propias para un disco cuidado, con el aporte invalorable de Malaby y Friedlander. En todo, el entusiasmo creativo de Allegretti, un joven y personal músico argentino que asume su arte como se debe: con riesgo y pasión.
¿Cómo se gestó la idea del disco y la posibilidad de grabar “Stoddard Place” en Estados Unidos.
El disco se gestó casi sin pensarlo. Empecé a escribir los primeros experimentos muy motivado por Earl Brown y John Cage, porque además de todo el background jazzístico me empecé a interesar mucho por la música contemporánea y por la forma de escritura alternativa, aunque algunos temas del disco fueron escritos de manera más tradicional. A partir de eso comencé a probarlos en diferentes formaciones. La idea de ir a grabar allá surge con mi amigo Luis Bacqué, quien no sólo me hizo pensar en la posibilidad de ir a estudiar y conocer Nueva York, sino también en grabar allí lo que estaba escribiendo.
¿Y la posibilidad de grabarlo con Tony Malaby y Erik Friedlander?
El saxo es un instrumento bellísimo y pensar en Tony me emocionaba mucho por la cantidad de sonidos que él desarrolla en el instrumento. Además antes de buscar «un» cello surgió la idea de Erik Friedlander. Yo lo conocía de escucharlo con John Zorn, y Luis Bacqué lo habia grabado recientemente. Así que surgió como posibilidad. También la idea de escapar del clásico trío saxo, contrabajo y batería me entusiasmaba mucho más. A partir de que Friedlander aceptó colaborar en el disco, terminé de escribir más de la mitad de los temas, ya pensando específicamente en ese timbre y en las posibilidades que me daba la participación de Erik.
¿Se complicó la escritura sabiendo que no tenías bajo?
Nunca pensé que la ausencia de bajo me complicara. Al revés, pensé que me daba muchas más posibilidades y un registro y timbre menos usual. Para mí más emotivo y profundo.
¿Las nueve composiciones son tuyas?
Si, todas las composiciones son mías, aunque en el disco no lo diga. Y todo fue escrito especialmente para esta sesión de grabación.
¿Cuál es el balance entre lo escrito y lo que dejabas para la improvisación?
Siempre me gustaron los grupos que tienen un perfecto balance respecto de esto, y eso es lo que intente lograr… Me encanta que lo que se escribió se escuche tal como lo tenía en mi mente, o que por lo menos me evoque esa sensación.
¿Y cómo fue la grabación?
La grabación fue preciosa. Mágica. De mucha concentración y de poco hablar. Eso se reservó para cuando nos juntamos a comer pastas caseras y escuchar el disco.
¿Salió como pensabas o se fue modificando tu idea original?
Hay muchas cosas que sonaron como yo las pensaba. Otras me gustaron mucho más que cuando las planee. En muchísimos casos fui sorprendido por la capacidad creativa de Erik y Tony. Con muy poco pueden hacer realmente mucho. Con pocas notas, ideas o propuestas pueden llegar a lugares hermosos. El desarrollo de muchas cosas, de muchos solos, de improvisaciones realmente me sigue sorprendiendo…
Me imagino una experiencia muy enriquecedora para vos…
Si, totalmente. Fue una experiencia muy enriquecedora. Poder grabar mi música en esas condiciones, con esos dos músicos que tanto admiro. Con su sencillez, su respecto y todas sus ganas, fue increíble.
¿Por qué algunos temas no tienen nombre?
Tienen números romanos. Son el número de experimento y no tienen otro nombre que ese. En el caso de “Namaste” es un saludo yoguico, y la canción está dedicada a mi maestra de Yoga. Por otro lado el tema llamado “I» está pensado para un dúo, es por eso que ese tema atraviesa todo el disco y está tocado en tres oportunidades con los tres posibles dúos que nos da un trío. También hay dos improvisaciones, «Actora I» y «Actora II» que están dedicadas a mi novia.
Stoddard Place Damián Allegretti, batería Tony Malaby, saxo tenor Erik Friedlander, cello Ingeniero de grabación Luis Bacque Asistente Tyler Willams Hartman Grabado en Avatar Studios, Nueva York, el 10 de e febrero de 2013. Mezclado y masterizado en BRE, Brooklyn, por Luis Bacque
BUENÍSIMA NOTA Y PH!