Emilio Solla: «No importan los géneros, importa la calidad de la música»

Hace 20 años Emilio Solla emigró buscando nuevos horizontes para su música. Fue a Barcelona, donde trabajó y grabó su propia música. Luego se afincó en Nueva York, y pronto se hizo un lugar con talento y originalidad. En 2015 su álbum «Second Half» fue nominado a los Grammy y nuevas puertas se abrieron en su carrera. Este año Solla tiene nuevo disco, «Tributango», un  homenaje a la tradición bailable del género.  De paso por Buenos Aires, el pianista estrenará el viernes 17 dos de sus obras en la sala mayor del CCK y  una semana después llevará «Tributango» al escenario del Boris.

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A Emilio Solla ni se le ocurre disimular la alegría que siente. «Es la primera vez en mi vida que voy a tocar con una Sinfónica. Es un sueño por cumplir para mí», dice y no le alcanza la sonrisa para expresar el sentimiento.

¿Cómo programaste el show del CCK este viernes?

Voy a estrenar dos obras mías con la Orquesta Sinfónica Nacional. Una de ellas, es la primera parte de la «Suite Piazzollana», y la otra es un malambo que se llama   «Ñandú», que en principio era una obra para piano solo, que la grabé hace algunos años para un disco mío, y que ahora la hice para orquesta.disco1 Entonces estaré con un trío, con Pablo Aslan en contrabajo y Oscar Giunta en batería  y la orquesta sinfónica con dirección de Gustavo Fontana.   Luego el 22 de marzo estaré en Boris, presentando   mi último disco, «Tributango», con Pablo Aslan, Ramiro Gallo en violín y Daniel Ruggiero en bandoneón.

¿Cómo surgió la idea de hacer un disco con viejos tangos bailables?

Esto empezó hace cuatro años en Nueva York, cuando me llamaron de un club para tocar todos los domingos.  Querían que tocara tango para que la gente bailara.  Estuvimos tres años y pico, todos los domingos. Tuve que aprender de verdad esos estilos, cómo tocaban Troilo, Pugliese, D’Arienzo, estudiar de verdad como tocaban aquellos pianistas. Y me encontré con una música increíble.  Luego Kabir Sehgal, un productor muy importante de Nueva York,  se interesó por el material y me propuso hacer el disco. Kabir y Denny Abrams lo produjeron y el disco salió…Tiene temas clásicos y algunos otros míos compuestos para este disco y en ese estilo.

Me extraña ver «Libertango» de Piazzolla en un disco con tangos bailables…

Es que le encontré la vuelta para hacerlo bailable.  Lo hice estilo Pugliese. En plan «Yumba». Y los bailarines me dicen que está bueno. A todos les gustó. Yo a veces les pongo a los músicos norteamericanos los discos de tango de aquella época, Salgán, Pugliese, Troilo y los tipos no lo pueden creer. 

Con «Second Half», obtuviste tu nominación al Grammy. ¿Por qué lo sacaste de manera independiente?

El anterior «Bien Sur», lo había sacado Fresh Sound…pero ahora con «Second Half»  no le daban los números. Así que decidí hacer una campaña de prefinanciamiento. Conseguí parte del dinero y lo saqué.  Luego busqué de comercializarlo por algún sello, y otra vez lo mismo. Me hacían propuestas ridículas. Hay quienes quieren hacer negocios a expensas del artista. No ponen nada y sólo quieren beneficios. Así que lo saqué por mi cuenta.

Y te ganaste la nominación…más de uno se habrá agarrado la cabeza…

Y después se querían matar (Risas). Y bueno, comenzó a venderse bien.  A mi eso me puso muy contento, más allá de la nominación en sí, por la valoración que se hizo del trabajo. No sé si sabés que las nominaciones en el rubro jazz  son distintas a las demás categorías.

No, no lo sabía. ¿De qué manera son distintas?

En jazz, en sus cinco categorías, quedan seleccionados los 15 más votados. Luego un comité de tipos muy heavy, que no te enterás quienes son pero no están relacionados con ninguno de los  trabajos finalistas, se junta en Los Angeles; los escucha y selecciona los cinco nominados.  Eso te da una garantía de calidad que está por encima de toda la publicidad que puedas hacer. Por eso para mí fue algo muy importante. Porque lo eligieron por lo que el trabajo vale.  Yo no hice publicidad y estoy seguro que la mayor parte de los jurados ni conocía mi nombre. Pero vieron el valor de la música más allá de cualquier otra cosa.disco

¿Esa música vos la compusiste especialmente para ese disco?

Es un trabajo de muchos años. Muchos años de escribir, de buscar el sonido. Cuando comenzamos con esta orquesta tuvimos la suerte de tocar todos los lunes en un club de Nueva York.  Fueron cuatro meses a full con esto. Yo allí comencé a grabar. Y luego en la semana corregía, cambiaba cosas, y la música se fue ajustando y el grupo también.  Hay una combinación rara por ahí. El acordeón y el violín por un lado. Y por otro, saxos, trompetas y trombones y un tercer grupo con piano, bajo y batería. Es como que tenés el lado más folk, el lado más jazzero y un perfil más sudamericano y hasta una cosa tanguera con el acordeón.

¿Y qué te pasó después de la nominación. Cambió algo para vos?

Me empezó a salir más trabajo. Este año por ejemplo, me invitaron al Festival de Jazz de San José, en California. Comenzaron a abrirse otras puertas. Para arreglar, para escribir. El Grammy básicamente te da visibilidad. Después de aquello me contrató Ricky Kej para que le haga la orquestación de la música de su último disco, «Winds of Samsara». El es un compositor de origen indio muy importante. Con ese disco ganó el Grammy en el rubro New Age el mismo año de mi nominación. Ahora quiere llevar esa música a un contexto sinfónico y me pidió que le haga los arreglos para orquesta.  Es un trabajo muy interesante. Además él es un músico muy bien posicionado políticamente con el tema del cambio climático. Es tenido en cuenta en Naciones Unidas o en el mismo gobierno de la India. Así que para mí es un desafío importantísimo.solla5

Y muy diferente de la música que vos hacés…   

Es una música que voy a tener que profundizar  y estudiar, porque no es lo que yo habitualmente hago. Pero no me importa eso. No me importan los géneros. A mí lo que me importa es la calidad de la música.  Y la verdad es que desde que me fui, tuve la suerte de hacer cosas interesantes y de buena calidad.

Antes de Nueva York, estuviste 10 años en Barcelona. ¿Por qué te  fuiste cuando ya eras reconocido y tenías mucho trabajo?

Bueno, la necesidad de probar otra cosa. De asumir otro desafío. Yo llegué con Cecilia Rosetto.  Acá hacíamos «Buenos Aires me mata» y en 1995 a ella la contratan en Barcelona.  Nos fuimos a hacer ese espectáculo y yo me quedé.  Diez años me quedé. Con mucho trabajo y cosas muy interesantes.  Y luego, con mi esposa, que es de Barcelona y es diseñadora de ropa, comenzamos a pensar en otro lugar para probar suerte, para seguir creciendo. Pensábamos en París o en Londres, pero finalmente nos decidimos por Nueva York. Te imaginás que para mí era la meca. Era como pelear con (Mike) Tyson. Sabés que el tipo te puede matar, pero quien te quita el hecho de llegar allí…Y bueno, ya hace diez años que estamos en Nueva York, trabajando, progresando,  está bueno.

¿Llegaste sin conocer a nadie?

No. Por aquellos años vino a Barcelona Pablo Aslan. Allí nos conocimos,  si bien cada uno sabía de la música del otro.  Entonces charlé con Pablo mi idea de irme a Nueva York y él me ofreció tocar en su grupo Avantango, que en ese momento no tenía pianista.  Así que en el 2005 empecé a ir a Nueva York, tocaba con Pablo y me volvía a Barcelona.  Recuerdo que una vez fui nada más que por un fin de semana. Hicimos dos shows y con el dinero que gané me pague el pasaje de ida y vuelta. No me quedó nada de lo que había ganado, me lo gasté en ir y venir. Pero estaba conociendo el lugar, la gente. Era como poner un pie a ver qué pasaba.pablo aslan

¿Y cómo fue que te radicaste finalmente?

Y al año siguiente  el gobierno catalán me acepta un proyecto que yo había presentado y con eso me fui a Nueva York.  Desde un principio Pablo me ayudó mucho. Y a poco de llegar, gracias a él,  comienzo a hacer arreglos para Arturo O’Farrill, que estaba preparando un megaconcierto en el Lincoln Center. Entonces le ofrezco a Arturo un tema mio: «Buenos Aires Blues».  A Arturo le gustó y me pidió que dirija ese tema. Pero después que lo hice, me pide que dirija todo los arreglos que había traído. Una cosa de locos, recién llegaba a Nueva York y estaba dirigiendo la orquesta de O’Farrill en el Lincoln Center.  No lo podía creer!

Y luego te relacionaste con Paquito D’Rivera

También gracias a Pablo.  Lo conocí casi de pasada y le di, muy respetuosamente un disco mío, la «Suite Piazzollana» que yo había grabado en Barcelona en 2001, con músicos como Chris Cheek, Benet Palet, Gorka Benitz, Omer Avital  y Jorge Rossi. Es un disco muy importante para mí, me había abierto muchas puertas en Europa.  Pasan unas semanas y me llega un mail de Paquito elogiando el disco y pidiéndome los arreglos para grabar esos  temas con su quinteto. emilio_y_paquito,_berna,_2011 Te imaginás, eso fue otro hito para mí. Al año de llegar ya estaba arreglando para Paquito D’Rivera, un músico de una enorme reputación en Estados Unidos. Yo allí me di cuenta que ese era el lugar en el que yo quería estar. Estos tipos están acá y acá es donde hay que estar.  Para probarte, para saber si podés. Por lo menos en algún momento de tu vida…

Vos no hacés jazz, al menos en el sentido clásico. El tango y el folklore están en el alma de tu música. ¿Cómo hacés entonces para no perder esa esencia, ese color, viviendo tantos años fuera de tu país?

¿Y vos cómo hacés para no perder el color de los ojos? ¿Cómo hacés para no perder tu gestualidad?  Vos debes tener los mismos gestos de cuando tenías siete años. Eso no se pierde. A mí no me sale hablar, moverme, tocar de otra manera.  No escucho la música de otra manera.  Se expande el  lenguaje, pero en base a lo que uno ya es. Si vos vas a Granada y te metés en un boliche ves  gitanos con su guitarra, cantando. Y lo hacen naturalmente. Vos te podés preguntar cómo lo hacen,  porqué pusieron ese acorde ahí…y no lo sabés.  Lo tienen en su Adn como el color de los ojos.   Y a nosotros nos pasa con el tango, con el folklore.

Es como hablar…

Es como hablar. Yo llevo diez años en Estados Unidos y ya hablaba inglés de corrido desde mucho antes de llegar allá. Pero si hablo con un norteamericano, al minuto me pregunta de dónde soy. ¿Cómo se da cuenta el tipo que yo no soy de allí´?…Es que tengo mi propio acento, mi acento argentino.VIJAY Y eso mismo es lo que se conserva en la música.

¿Y cuando escuchas a un músico no norteamericano haciendo jazz, te das cuenta que no es de allí?  Por ejemplo alguien de origen indio como Rudresh Mahantappa…

Tremendo saxofonista Mahantappa. Pero sí, se nota su origen. Como también a Vijay Iyer, otro gran músicol. El piensa la música de otra manera. No es americano y eso se siente.  Pero es original. Al menos que seas un híbrido, se nota de donde venís. Y eso hace más interesante la música.

Siempre me pregunté porque no supimos exportar nuestra música como lo hio Brasil. Frank Sinatra o Ella Fitzgerald grabaron bossa, pero no se les hubiera ocurrido registrar música argentina.  

Yo creo que eso es justamente lo que está cambiando ahora.  Somos muchos los que estamos trabajando para hacer conocer nuestra música fuera del país.  Es lo que hacen Pablo Aslan, Gustavo Bergalli, Pablo Ziegler, Hernán Lugano, Diego Schizi, Fernando Otero, Mosalini  y Teitelbaum en Paris y Dino Saluzzi, por supuesto.  Yo escucho a Dino y es Salta. Está presente en sus composiciones, en su estilo, en la forma de tocar. Y eso es lo que lo hace distinto. Por eso llegó a donde llegó. Vos lo escuchás tocando una zamba, tocando algo del Cuchi (Leguizamón) y te desarma. Es como Paco de Lucía tocando una bulería. A eso aspiro yo, sabés.  Si algo quiero lograr como músico, es poder llegar a tener esa honestidad. Esa es mi búsqueda.


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