“Universo invertido” es el sexto disco como líder de Esteban Sehinkman y el primero en el que el músico incluye letras en todas sus canciones. Para ello contó con la co-autoría de Mariana Bianchini, una cantante de fuerte personalidad que supo infundirle los climas y matices precisos a cada uno de los textos que ella misma había escrito. Con una super banda, que completan “Pipi” Piazzolla, Mariano Sivori y Lucio Balduini; “Pájaro de fuego” levanta vuelo en la noche del jueves 13, en el escenario del Boris.
Fotografías Dolores G http://doloresgfotografia.tumblr.com/
“Universo invertido” es tu primer disco íntegro de canciones con letras. Me gustaría saber que te impulsó a ponerle textos a tu música, que hasta aquí venía contando historias sin palabras.
Cuando se escribe para ponerle letra a un tema necesitas pensarlo diferente. Y esto a mí me pareció un desafío atractivo. Básicamente es eso. No es lo mismo cuando uno escribe una melodía instrumental, que cuando escribe una melodía que va a tener una letra. En este caso el pensamiento fue que la melodía tenga ciertas cosas, alguna vuelta para que la letra tenga posibilidades de expresarse, de tener su propio peso. Que Mariana pueda tener espacio para decir el texto y que la melodía sea interesante para ponerle esas letras.
En la presentación contabas que primero compusiste la música y Mariana luego le puso letra. ¿Cuándo recibías la letra, sentías que se amoldaba a tu música o tuviste que “recomponer” en algún momento?
Así como contás fue el mecanismo. Pero está claro que no es lo mismo escribir música pensando que sólo va a ser instrumental, que escribir sabiendo que luego alguien va a ponerle letra. Cuando va a tener texto tenés que pensar en una historia musical que va a tener palabras. La melodía tiene que tener otra vuelta de tuerca. La estructura tiene que estar pensada para contener, para abarcar el texto. En este caso, en mi trabajo conjunto con Mariana todo estuvo perfecto. Porque también yo me imagino que a Mariana le facilitó que las melodías sean bastante concisas. Como estructuras definidas donde asentar las palabras.
Lo de las letras es todo un tema, porqué la música sola también cuenta historias. Quizas miles de historias, una por cada uno de los oyentes. Pero la palabra es inapelable. La historia es esa y no hay opciones…
No creas. No siempre es así. Porque los buenos textos admiten distintas interpretaciones. La recepción, lo que cada uno entiende o interpreta de una letra, no siempre coincide con lo que buscó decir el autor. También en un diálogo la palabra tiene distintas interpretaciones. Según el tono, el contexto. Mariana hace poesía y tiene una visión muy particular e interesante de ir sobre la palabra.
¿Y qué pasó cuando el tema regresaba a vos con la letra? ¿Replanteaste en algún caso tu idea original?
Si. Me pasó que las primeras veces, sobre todo, cuando escuchaba las letras de Mariana me llevaba la historia original para un lado distinto. Luego nos poníamos a charlar y ella me contaba sobre el origen de la historia o sobre lo que representaba y era distinto a lo que yo había imaginado.
¿Cómo surgió esta idea de armar algo con Mariana, quien ya había cantado una canción en un disco anterior tuyo, en el primer “Pajaro de fuego”?
Ya había tocado con ella antes. Toqué muchas veces en su banda solista. Y la idea de colaborar ahora, como lo hicimos, era algo que estaba latente. Es una artista que yo admiro mucho y siempre tuve ganas de armar algo más concreto, más allá de alguna colaboración espontánea. Y ahora pudimos hacerlo y estamos muy contentos con los resultados. Pienso que trabajamos bien, que encontramos lugares nuevos. A nivel sonoro quedó bien. No es un disco estridente. Tiene fuerza. Y yo estoy muy contento con el aporte de todos los músicos, con las ideas de Facu Rodríguez, nuestro ingeniero, y con lo que Mariana logró con su poesía y su voz.
¿La grabación fue en directo como en cualquier disco de jazz o al tener elementos rockeros necesita otro tratamiento?
Si, lo grabamos en directo. En dos días. Por eso lo veo como una aproximación que está muy metida en el territorio jazzero. En dos días el disco estaba listo. Luego yo me lo llevé a mi casa, en mi estudio y le agregue algunas capas y luego Mariana por su parte sumó otras cosas. Pero la esencia que sostiene la instrumentación del disco fue lo que quedó grabado en esos dos días…
En 2014 vos estuviste entre los iniciadores de la movida “No Jazz Collective” y en tus últimos discos la presencia de una estética rockera cobra cada vez más protagonismo. ¿Cómo vivís este tema de los géneros?
Trato de vivirlo sin presión. En algunos pasajes de los shows hay lugar para la improvisación que viene del jazz. También hay una idea de armar algo con partes más definidas, en formato canción. Hasta más pop, te diría. Pero también es algo que disfruto. Es muy lindo armar algo que sea más concreto, con cosas definidas, pero siempre balanceando con impro, con otros tipos de espacio, con otras introducciones para probar cosas instrumentales que en el disco no están. De a poco se irá balanceando y tomando lo mejor del mundo instrumental y lo mejor del mundo cantado. Lo de “No Jazz Collective” respondió a la necesidad de movernos libremente. Fue una época. Pero a mí me gustaría que se piense por afuera de los géneros. Lamentablemente se va a contramano de eso. Se tiende a etiquetar. Pero no sé si esas etiquetas favorecen al músico o al público. Sólo sirve para armar contenidos o encasillar. Sirve para un festival o para las bateas. Pero no sé si es medular ni necesaria.
Si uno escucha tus discos de manera cronológica, desde “La espuma de los días”, es palpable tu búsqueda y la presencia cada vez más protagónica de lo eléctrico. Pero siempre está la melodía como una presencia constante. ¿Cómo lo ves vos?
Es así como vos decís. Me gusta esa observación. La melodía es uno de los recursos con los que siempre busqué expresarme. Me parece interesante esa búsqueda como desafío cotidiano. Buscar y encontrar algo que me guste, que suene interesante, que sume. Que tenga algún punto de frescura. Por eso, como decís, la melodía está presente en todos mis discos. Me gustan las canciones. Si supiese cantar creo que hubiera sido cantautor…
Otro aspecto característico tuyo es el especial cuidado por la estética de los discos.
Si, es que siempre tuve la suerte de trabajar con gente muy talentosa. Con artistas plásticos muy sensibles. Tanto en “Búfalo”, que lo hizo Lula Mari, como luego en “Pájaro de fuego-Trance” que lo hizo Kalil Llamazares y ahora con Hugo Horita en los dos últimos discos. Son ilustradores, artistas muy completos.
¿Cuál dirías entonces que es tu búsqueda…y cuanto de eso representa “Universo invertido”?
Bueno, retomando lo de la melodía que vos señalabas. Creo que acá en “Universo invertido”, hay una buena síntesis de lo que es el trabajo sobre la composición melódica y también, de alguna forma, una síntesis y una búsqueda de cierta sencillez. Yo cada vez que escucho un nuevo disco mío, al principio lo veo como síntesis de todo lo anterior que hice. Luego con sucesivas escuchas van apareciendo otras cosas y comienza a advertirse el camino que está por delante.
Pensaba que de alguna manera cada disco nuevo contiene a los anteriores….
Y cada disco que pasa le va dejando algo al próximo, al que está por venir…
¿Y qué viene después de “Universo invertido”?
Tengo ganas de grabar en trío, en formato acústico. También de hacer un piano sólo. Tengo material para hacer un “Pájaro de fuego” instrumental. Ya veremos.
Y a seguir en el camino…
Exacto. Yo no creo que pueda ser otra cosa. Es eso. Un camino. Un camino que se construye con trabajo y dedicación. Para mí, al menos, no hay otra que esa.
“Pájaro de fuego” y Mariana Bianchini Presentan “Universo invertido”
Boris Club. Gorriti 5568,CABA. Teléfono 011 4777-0012. Jueves 13. 212.30 hs
Lee aquí la reseña de «Universo invertido»