El último trabajo de Hernán Merlo es una personal visita al universo monkiano. Acertados arreglos y muy buenos desempeños para una nueva mirada sobre una de las más bellas músicas que dio el jazz moderno.
En la historia del jazz existen nombres que son sinónimos de su instrumento. Es imposible pensar en Thelonious Monk sin imaginar un piano. O viceversa. En distinta geografía y en diferente época podría sintetizarse de la misma manera la hermandad que Hernán Merlo forjó con su contrabajo en tantos años de escenario.
Y quiso el destino y las preferencias musicales del argentino, que por una vez ambos nombres se crucen en la portada de un disco, más allá de épocas y distancias.
El punto de encuentro es el excelente “Monk, modelo para desarmar”, en donde el pianista de Carolina del Norte es revisitado por el bajista bonaerense, en un trabajo que es a la vez tributo y relectura.
Junto con el pianista Alan Zimmerman, que sale airoso de la difícil tarea de no verse opacado por el original, Pablo Aristein, muy creativo en saxo como en clarinete y el joven baterista Fermín Merlo, una de las gratas sorpresas del disco; Merlo arriesga una mirada personal sobre la obra de uno de los músicos más creativos del jazz.
Y es quizás aquí en donde el disco alcanza su mayor valor. Cuando asume las armonías y melodías monkianas respetando su esencia, pero sin renunciar a la lectura personal. Por eso el Monk de Merlo tiene también su mérito en las ausencias. Porque lo que no está es la copia del original. La repetición de un modelo irrepetible. El calco sin sentido.
Un párrafo aparte merece la estética del disco. Un muy creativo trabajo de Inés María Fraschina, que a través de pequeñas piezas de un viejo y oxidado Mecano, permite captar la esencia misma de la propuesta a partir de una primera mirada.
“Monk, modelo para desarmar” es un valioso trabajo que hermana a dos músicos de épocas y lugares distintos, unidos por la pasión y el sentimiento jazzero.
Un animado diálogo entre Hernán Merlo y su admirado Thelonious Monk, al que afortunadamente estamos todos invitados.
