Históricamente el jazz supo dar testimonio del tiempo que le tocó vivir. La investigadora Berenice Corti recuerda que aquella postura, que se originó en los Estados Unidos, tiene también su correlato argentino.

Los últimos lustros de industria cultural nos fueron acostumbrando a un lugar pasteurizado que el jazz debía ocupar si es que quería encontrarse con un público consumidor. Algo así como una versión mickyvainillesca [1] que debe maridar antes que convulsionar, avenirse antes que insertar una cuña en la sensibilidad de sus audiencias.
No siempre fue así, por cierto. Cierta vez en Santiago de Chile me sorprendió que la inclusión del tema Alabama, en una edición comercial de conciertos de John Coltrane en DVD, no hubiera ameritado ninguna mención al hecho que le dio origen: un atentado racista a un templo bautista que acabó con la vida de cuatro niñas en Birmingham, en 1963. Martin Luther King ofició los funerales pronunciando un discurso sobre la dignidad humana y lo imperioso de repensar el American Dream, texto en el que se basó John Coltrane para realizar su bellísima y dramática composición [2].
En la Argentina, una de las piezas más importantes de relación del jazz con la política es la suite Bronca Buenos Aires de Jorge López Ruiz, con textos de José Tcherkaski, inspirada en la revuelta popular de 1969 que se conoció como El Cordobazo.
“La Bronca de una sociedad que perdió su libertad y aún peor, la dignidad de sus propias vidas y trabajo, es lo que traté de reflejar en este disco”, dijo López Ruiz para la reedición de su disco en 2004.
Por suerte los años noventa terminaron y en nuestros días el jazz ha vuelto a ser un vehículo legítimo para expresar no sólo compromiso estético sino también político. El 14 de octubre pasado se realizó en el Parque Rivadavia de Buenos Aires el Festival de Jazz por Mariano Ferreyra, el militante asesinado mientras reclamaba por condiciones laborales dignas.
“Que el Jazz sea tomado en cuenta para este tipo de causas –dice el saxofonista Carlos Lastra a raíz de su participación en el programa de conciertos- es un reconocimiento implícito de su voz ligada históricamente a los reclamos por los derechos civiles, por justicia, hasta transformarse en la música de la liberación”. Y enfatizó: “cosas que a veces se olvidan”.
Otro saxofonista, Luis Nacht, grabó su último disco “Lo invisible” en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, experiencia que conmovió profundamente a los participantes: “grabar un disco de jazz un domingo en la noche con un silencio de gran incertidumbre y un espacio sonoro por llenar, fue un momento intenso que sin darnos cuenta nos acerca a una manera de tocar”, dijo Nacht. Y agregó: “ganar estos espacios es lo que se impone para darle sentido y continuación a las ideas de libertad. Es como una victoria tomar este tipo de lugares signados por el horror de los años de plomo de los setenta, y producir hechos creativos, vitales, amorosos”. Como dijo John Coltrane: que así sea.

Estupendo!