Los discos de un solo instrumento suelen ser apuestas riesgosas en el mundo del jazz. El guitarrista Juampy Juárez, el contrabajista Maxi Kirszner y el pianista Fernando Socolsky, fueron tres de los artistas que a lo largo del 2020 aportaron trabajos de valía con la sola compañía de su propio arte.
Durante el año en que vivimos en peligro, la música fue uno de los pocos refugios seguros ante la incertidumbre y la imposibilidad de juntarse y compartir. Por eso quizás, los discos de solo set, en los que el artista afronta en absoluta soledad el desafío de comunicar su arte, fueron una parte importante y valorada de la oferta siempre creativa del jazz en el país. Allí sumaron su aporte Fernando Socolsky con su solo piano, Juampy Juárez y su guitarra y Maxi Kirszner con su audaz propuesta de contrabajo en solitario.
La forma inicial. Pablo Socolsky
«Lo pulido, pulcro, liso e impecable es la seña de identidad de la época actual» dice el ensayista y pensador coreano Byung-Chul Han en su libro La salvación de lo bello. Pero esa salvación, asegura, no pasa por el sometimiento a las expectativas cotidianas, sino por la sacudida de lo inesperado. En ese universo de lo inesperado, esencia del acto creativo, es donde Pablo Socolsky edifica La forma inicial, su propia salvacion de lo bello: un trabajo impecable, donde la música improvisada vuela, altera y se hermana con lo escrito.
Y así, entre la sentida versión de Bird song, de Paul Motian y el What reason could I give, extraído de Science Fiction, el álbum de Ornette Coleman de 1972; el pianista rosarino entrega otros nueve temas propios de delicada factura, para conformar una narrativa personal, plena de sutileza y buen gusto.
Desde La forma inicial (un claro homenaje a Ricardo Piglia), con su clima de tensión irresuelta, hasta el evocativo paisaje de Noche, el último corte del disco; Socolsky se evidencia como un artista de variada paleta, capaz de sugerir evocadoras melodías, como en Simplemente nunca sueltes el hilo, adentrarse en las profundidades del conmovedor Cercanía, o en los trazos inquietantes de Al final el día.
No es sencillo arriesgarse a un disco de piano solo. La entrega debe ser plena. No hay donde ocultarse. No hay donde delegar. Solo una oportunidad para llegar y conmover. Del otro lado, habrá también un oyente dispuesto a una entrega plena. Sin ocultarse. Sin delegar. Buscando sentir. Esperando ser conmovido. Cuando ambos universos coinciden gana la música. Y este será seguramente el destino de La forma inicial. La salvación de lo bello estará garantizada.
La forma inicial. Pablo Socolky, piano. BlueArt 2020.
Días de virus y rosas. Juampy Juárez
Cada nuevo disco de Juampy Juarez es como un viaje sin límites ni fronteras. Y Días de virus y rosas, su último registro en guitarra sola, se muestra absolutamente fiel a ese espíritu inquieto de búsqueda y exploración.
Si bien una rápida mirada permitiría presumir algunas zonas de temprana complacencia, ante la aparición de algunos títulos que todos conocemos; esa certeza se desvanece pronto en las primeras escuchas. Porque como en los cuentos borgeanos; los senderos se bifurcan y la música busca nuevos universos, otros climas, renovados colores.
Conviven allí, en la creativa mirada de Juárez, el Corcovado de Tom Jobim con sus aires de playa y mar, el Epistrophy, el himno monkiano de los convulsionados tiempos del Minton’s; y el Body and Soul, la célebre canción de amor no correspondido que inmortalizó Coleman Hawkins. Junto a ellos All thing you are de Jerome Kern y Alone together, la pieza de mil versiones que Arthur Schwartz compuso para el musical Flying Colors en 1932, y que sobrevivió victoriosa al fracaso de aquella puesta.
Pero quizás sea en los breves pasajes de improvisación donde la búsqueda se reafirma con peso propio. Tanto en Impro #1 e Impro #2, como en Impro en Re o su contrapropuesta Impro en Do; la mirada explora liberada del imperativo de lo escrito y construye mucho más que meros ejercicios. Son pequeñas piezas con sentimiento y contenido, que testifican con su propia vida, estos días de virus y rosas, en los que la búsqueda interior ofició de cálido refugio.
Días de virus y rosas. Juampy Juárez. Indep. 2020
Isla. Maximiliano Kirszner
En su clásico El Jazz. De Nueva Orleans al jazz rock, el crítico e historiador Joachim Berendt no duda en afirmar que la solidez rítmico-armónica de Jimmy Blanton –por entonces parte sustancial de la orquesta de Duke Ellington- consolidó al contrabajo como voz solista. Desde aquellos años (Blanton murió a los 23 en julio de 1942), los contrabajistas supieron construir su propio camino y aportaron nombres fundamentales en la historia del jazz.
No obstante, y por distintas razones, no abundan los discos de contrabajo solista y mucho menos en la escena local. En agosto del año pasado Hernán Merlo hizo punta con Solo, en el que reunió un puñado de standards. Ahora sobre finales de un año incierto, Maxi Kirszner mantiene viva la apuesta con el recientemente editado Isla, donde elige el sendero siempre arriesgado de la búsqueda y la experimentación.
En Isla el contrabajista despliega un variado arsenal de recursos a lo largo de once piezas donde lo escrito convive en límites difusos con la improvisación. El proceso de investigación que culminó con el disco, impulsado además por la soledad que imponía la cuarentena, buscó “resignificar al instrumento”, al decir del propio músico; focalizándolo en sus características melódicas, armónicas y tímbricas, para luego transformarlas.
La composición del material en casi toda su estructura es no idiomática, aunque tiene elementos de la música contemporánea, del jazz y la improvisación libre, transitados a través de una fuerte voz expresiva. Isla es un audaz disco solista de Maxi Kirszner, que seguramente construirá su camino entre oyentes inquietos y sin prejuicios, dispuestos a dejarse abrazar por el desafío de la creación.
Isla. Maximiliano Kirszner. ears&eyes Records 2020