Con «Taciturna», su primer disco solista, Marina Quiroga transita desde una perspectiva personal un puñado de clásicos de la historia jazzera junto a un par de canciones propias. Con muy buen respaldo musical, la cantante entrega una mirada actual que no escatima riesgos ni pasión. Buen disco debut para una de las firmes promesas de la escena jazzera local.
Fotografías en show: Diego GuillénEl inicio de este primer trabajo de Marina Quiroga no podría ser más prometedor. El clásico monkiano “Round Midnight” vuelve siempre vigente con sus 70 años a cuestas. Con el valioso aporte de Adrián Mastrocola en piano, Marina transita la famosa melodía con talento y convicción, dejando de lado todo afán por el cambio sin sentido, en una versión cálida y personal.
Tras el clásico, el segundo corte del disco muestra la veta compositora de Marina y su arte para crear climas con “Garrasong”, sobre un texto de Albert Camus, sostenido con mínima instrumentación. Le sigue una nueva relectura de otro clásico del canon jazzero, el “Caravan” de Juan Tizol que durante décadas integró el repertorio de Duke Ellington, que grabó casi un centenar de versiones, la última poco antes de morir en 1974. Junto con el clarón de Juan Caino, Marina entrega, cálida y expresiva, la famosa declaración de amor entre caravanas y desierto.
El disco continúa con el histórico “Sweet Georgia Brown”, que Ben Bernie, Maceo Pinkard y Kenneth Casey compusieron en 1949 y que tuvo inusitada popularidad como cortina musical de los Harlem Globetrotters.
Con cientos de versiones “Sweet…” tiene una particularidad, fue la primera grabación que hicieron juntos Charlie Parker y Dizzy Gilliespie en 1943. Pero aquí, muchos años después, Marina se le anima con una mirada personal. El bajo de Federico Palmolella marca el inicio mientras la cantante suma su voz como un instrumento más. El primer tramo es transitado con una morosidad casi blusera, hasta que Germán Boco desde la batería empuja el motivo por un camino vertiginoso y el tema cobra nueva vida en un final a pura energía.
Promediando el disco, el “Goodbye pork pie hat” que Charles Mingus compuso en homenaje a Lester Young la noche en que el saxofonista moría, regresa aquí con el sentimiento intacto en una expresiva versión.
Sobre el final del trabajo la cantante versiona el swingeante “Twisted”, de su admirada Annie Ross y anticipa al que quizás sea el plato fuerte de un disco de pareja calidad: el instrospectivo “Vida”.
Allí Marina, su autora, asume un protagonismo singular. Acompañada por el piano solamente en el inicio, la cantante transita una melodía que no necesita letra ni explicaciones para entregar su enorme carga dramática. El clima se torna opresivo y así se mantiene hasta que el piano de Mastrocola regresa, para que Marina conceda unas pocas palabras para el cierre final.
Y entonces, cuando el oyente aun no se repuso, el clima se prolonga con “All of me”, un verdadero himno en la voz de Billie Holiday, que aquí Marina expone de una manera intimista. Su voz y el bajo conforman un arte de instantes sublimes, en el que el “cómo” asume el verdadero sentido de lo que se expresa.
En síntesis, un disco que seguramente será bien valorado por quien disfrute de la música y sus sutilezas, desde la portada misma, con la hermosa ilustración de Marina Gerosa.
Riesgo, pasión y talento. Un puñado de clásicos y buenas canciones propias, hacen de «Taciturna»un trabajo valioso, que sitúa a Marina Quiroga entre las muy buenas cantantes de la última generación. Un anticipo, sin dudas, de todo lo bueno que aún está por venir.

Bellísimo, me encantó este disco. Lo escucho siempre!!
Felicitaciones, Marina Quiroga