El vértigo de la modernidad no afecta a Lucio Balduini. El guitarrista de General Roca, en el norte patagónico, sabe de tiempos naturales y a ellos adapta su ritmo. Apenas tres discos en diez años. «Lucecita» en 2007, «Viento divino» en 2012 y ahora al transitar cinco nuevos calendarios: «El bosque brillante». «Yo les doy tiempo a las canciones para que me digan que necesitan», dice. Y quien puede asegurar que no sea así.
Hay discos que «rompen» con el que los antecedió. Otros en cambio son como una continuidad natural. ¿Como ves «El bosque brillante» en relación con «Viento divino», tu trabajo anterior?
Claramente hay una continuidad. Tiene muchas cosas en común. Pero también es cierto que aparecieron otras nuevas. Por eso el resultado final me dejó muy contento. Cuando comenzás con el proceso que significa armar un disco lo vas haciendo en base a tu experiencia, a tus conocimientos. Pero también, de alguna manera, de forma instintiva. Muchas veces, no sale todo lo que vos pensás y terminás chocando contra la realidad. Pero esta vez puedo decir que estoy muy contento con el resultado final, con el sonido, con la estética del disco…
¿Cuáles serían los aspectos esenciales de esa continuidad?
Principalmente en la composición del grupo: guitarra, teclados, bajo y batería. La misma que usé en «Viento divino». Somos prácticamente los mismos músicos. Pipi Piazzolla en batería, Mariano Sívori en contrabajo y yo en guitarra. Esta vez se sumó Esteban Sehinkman en Rhodes en lugar de Jesús Fernández, que estaba en el disco anterior y como sabés se fue a vivir al sur. Esa es una gran similitud y la otra obviamente es la temática. Por eso en algunos temas de «El bosque brillante» veo como «parientes» de otras canciones anteriores…
¿Cómo sería eso?
Si. Yo siento por ejemplo que «Héroe explorador», de este disco, es hermano de «Sueño canción» del disco anterior. También encuentro una relación estrecha entre «Superestrella» de este disco y «Dulces sueños» del anterior. Lo mismo me pasa con «Piedra lunar» y «Ambiente laberinto», el tema que cerraba «Viento divino». Hay entre ellos muchas cosas en común, en cuanto a las texturas y la búsqueda tímbrica. Otras veces lo que los emparenta es el desarrollo, la manera en qué está construido el «camino» del tema.
¿Esa relación es elaborada o surge sin que te lo propongas?
No, no está pensada. Surge. Se da naturalmente. Lo que pasa también es que algunos de estos temas son de hace mucho. Hay algunos totalmente nuevos que casi no los tocamos hasta que llegamos a la presentación del disco. Pero, tomo te digo, otros son de larga data. De hecho esbozos de algunos de estos temas que están en «El bosque» ya estaban presentes cuando hicimos «Viento divino». Son de aquella época y de allí también la continuidad de la que hablábamos.
También hay dos temas tuyos: «Cascada milagrosa» y «Piedra lunar» que fueron grabados por el trío de Pipi en 2015.
Claro. Habían quedado un poco a mitad de camino, ente la grabación de «Viento divino» y «Transmutación«, el disco de Pipi. A mí esto también me parece interesante. Es enriquecedor, porque cada proyecto es distinto, ya sea por la instrumentación, por el tratamiento o por los músicos que lo hacen. En un disco está la búsqueda de Pipi como líder de su propio proyecto y en el otro el que marca esa búsqueda soy yo. Y eso enriquece el tema.
Algo similar había ocurrido con «Ambiente laberinto», un tema que está en tu disco anterior y también en «Arca rusa», el primer disco del trío de Pipi.
Claro. Y de nuevo te podría dar la misma respuesta. El disco de Pipi fue grabado en directo, entonces el tratamiento del tema es diferente. Además nosotros somos un cuartero y la presencia del Rhodes marca allí una diferencia de color, de textura. En el trío de Pipi es más concreto, más directo, Como te decía, todo suma y eso es lo bueno.
El Rhodes ya estaba en tu trabajo anterior, pero aquí se advierte otra «complicidad» entre guitarra y teclados.
Hay una cosa más implícita en cuanto a escuchar un sonido. En mi disco anterior todo eso era nuevo para mí. Fue mi primera experiencia grabando con otro instrumento armónico. En este disco tengo más experiencia y con Esteban nos concretamos más en el registro entre los dos instrumentos. Pudimos interactuar más. En «Viento divino», muchas veces el Rhodes duplicaba en otras octavas lo que yo hacía con la guitarra. Ahora, en cambio, hay pasajes escritos específicamente para la parte de piano. Allí está la interacción que vos marcás.
También hay un aporte conjunto en las texturas.
Si claro. En este disco el Rhodes está mucho más trabajado. Tiene mucho ambiente, muchos más delay. Hay un empaste muy natural con la guitarra que me parece muy interesante. Yo tenía muchas ganas desde hace tiempo de poder tocar y grabar con Esteban, porque sabía que con él podría embarcarme en esta búsqueda.
¿Cuándo componías pensabas que Esteban podía ser el tecladista?
Es alguien a quien yo admiro y con el que siempre tuve ganas de trabajar. Su búsqueda estética a mí me gusta desde hace muchos años. Tiene un mundo muy particular, que desarrolla con mucha dedicación. Y yo siempre sentí que eso tenía mucha empatía con lo que yo quiero hacer, con mi música, con mi forma de escuchar la música.
¿Cómo fue la grabación desde lo instrumental?
Grabamos todos juntos en directo y después yo superpuse algunas cosas con la guitarra. En «Viento divino» no me había dado tanto esa posibilidad y en este disco lo hice mucho más. Hay temas en donde hay guitarra acústica, a veces interactuando con la eléctrica. A veces como instrumento principal. Hay temas, como «Heroe explorador» que tuvo un montón de trabajo posterior a la grabación en directo, con otros planos y otras texturas. En este disco hay un proceso profundo en ese sentido. Hace tiempo que quería hacerlo.
Estaba releyendo la entrevista que hicimos en el 2013, por «Viento divino» y decías que Pipi y Mariano no se enojaban cuando cambiabas mucho los temas. ¿Sigue vigente esa paciencia o ya no te «bancan» más?
Noo, sigue estando (Risas). Bueno, ahora tengo más experiencia que hace cuatro o cinco años, pero también me di cuenta que esa paciencia que ellos me tienen es porque saben que así es mi forma de trabajar. Ellos saben que el tema puede cambiar mil veces antes de llegar a la grabación. En ese sentido siento la paciencia y el respeto y se los agradezco. Ahora el que más sufrió fue Esteban, que era quien menos me conocía. Vamos a los conciertos y el no sabe que partitura sacar (Risas). Pero lo vivimos bien, no es traumático.
Hay cinco años entre «Lucecita» tu primer disco y el segundo «Viento divino». Y otros cinco entre este y el actual. ¿Por qué tanto tiempo entre un trabajo y el otro?
Es el tiempo que yo necesito. Me lleva tiempo trabajar un material, elegir un momento para grabar y no me gusta forzar los tiempos. Me gusta ir sintiendo como se va desarrollando la música. Les doy tiempo a las canciones para que me vayan diciendo que necesitan. Por eso a veces voy a un ensayo y tengo distintas partituras para un mismo tema. Porque no me gusta cerrarlo cuando todavía siento que no está. Necesito sentir que di todo lo que tenía para desarrollar la canción. Y eso es lo que me gusta escuchar en los discos de otros. Me gustan esos discos que siempre tienen nuevas cosas por descubrir. Eso es lo que quiero también para mi música.
Lo entiendo. Pero nada garantiza que la canción llegue a su forma definitiva luego de grabada y no cambie después, arriba de un escenario.
Claro. Y eso también es lindo. Y siempre sucede. Siempre aparecen cosas nuevas, nuevas intros, nuevos espacios. Cada músico aporta desde su experiencia, desde su pasión. Porque tocar en vivo te transforma. Te transforma como músico y como grupo. Pero fijate que también pasa otra cosa interesante luego de probar, de escuchar una y mil veces las canciones. Y es que cuando las grabas, de alguna manera las soltás. No es que te rendís. Aceptás lo que es. Y ahora te toca defenderlo. Defenderlo y disfrutarlo.
Lucio Balduini presenta «El bosque brillante» 20 de abril en Thelonious Club. Salguero 1884. Palermo. CABA. Lucio Balduini, guitarra y composición / Esteban Sehinkman, Rhodes/Mariano Sívori, contrabajo/ Daniel «Pipi» Piazzolla, batería
Ver aquí reseña de «El bosque brillante»