Desde hace casi tres décadas Martín «vasco» Gorostiague construye semana a semana un refugio del jazz en el noroeste argentino. Con La Cocina, por FM La Plaza de Salta, las formas improvisadas abren su propio camino entre la tradición musical de la provincia.
Difícilmente una primera mirada encuentre una relación estrecha entre el jazz y la provincia de Salta, la región que fue bastión de la guerra por la independencia, con una tradición históricamente ambientada en bagualas, zambas y carnavalitos.
Pero lo cierto, más allá de preconceptos errados, es que desde hace treinta años el periodista Martin Gorostiague, al que todos conocen por el inexcusable mote de “el vasco”, pinta aquella geografía con los desafiantes colores de la música improvisada. Y lo hace a través de La Cocina, el programa que todos los miércoles emite la FM La Plaza, en el 94.9 del dial o con la organización del Festival Salta Jazz, que durante años tuvo a su cargo.
“Esto se hace por pura pasión, dice el vasco. A veces cansa tanto esfuerzo y ronda la idea de no seguir. Pero es solo un momento, porque cuando se acerca el miércoles ya me pongo inquieto. Todas las dificultades quedan a un lado y empiezo a pensar en la música, en los entrevistados y el entusiasmo regresa fuerte”.
¿Cuál fue el origen del programa?
Cuando llegué a Salta, me enteré que había un jazz club y me acerqué a conocerlos. Yo era un recién llegado a la provincia, pero allí conocí a Enrique «Quique» Ghiglia y a su hijo Fabián Ghiglia, que en Radio Universidad tenían el programa Birdland Jazz. Entonces me sumé a ellos. Era el año 1994 y estuvimos juntos cinco años, hasta que en el 99 Fabíán decidió no continuar. Entonces armé La Cocina del jazz en el mismo espacio. Era el 2000 y desde entonces seguimos.
¿Por qué le pusiste La Cocina?
Es como el trasfondo de la cosa, ¿no? Cuando vas a un restaurante te sirven un plato, lo comés con gusto, pero no sabés que pasó en la cocina. Si el tipo que lo preparó tuvo un buen día. Si le gusta lo que hace. Si está cómodo en ese lugar. Si le pagan en tiempo y en forma. El costado socio-económico que tiene cualquier actividad.
¿Y cómo sería eso trasladado al jazz?
Bueno, algo parecido. Todo lo que sabemos quiénes escuchamos jazz. Lo social, lo político estuvo siempre muy presente en esta música. La segregación. Las orquestas mixtas en la que los músicos blancos entraban por la puerta principal y los negros por la de servicio. La rebelión de los años 60 con el free, etc. Creo que es necesario encuadrar la música en ese sentido.
¿Y qué ingredientes sumás cuando hablas de músicos argentinos que no pasaron esas penurias?
No tuvo esas, pero si otras. Pensemos en el Gato Barbieri que cuando estaba acá saltaba de boliche en boliche para ganarse la vida y luego tuvo que emigrar. Lo mismo el Mono Villegas y tantos otros. Todo lo que ellos pasaron está sin dudas en su música.
¿Siempre te interesó lo social en el jazz o en la música en general?
No siempre, pero Amiri Baraka* me abrió la cabeza. Me hizo pensar que la cosa va más por ahí que por saber quién era el baterista o el contrabajista en tal o cual grabación. Detalles que también son importantes. No digo que no. Pero sin perder de vista que pasaba en la sociedad en el momento de la grabación o el show. Es interesante saber, por ejemplo, qué diferencias había entre el jazz de la Costa Este y el de la Costa Oeste. El porqué del Alabama de John Coltrane o el Fables of Faubus de Charles Mingus.
Pero insisto, todo eso no estuvo en el jazz local y si lo estuvo fue minoritario, por caso Jorge López Ruiz y su Bronca Buenos Aires o El grito, discos de denuncia contra la dictadura de Juan Carlos Onganía…
Sí, pero aún hoy se mantiene en otras expresiones musicales. Pensá en la baguala, en la vidala. Tienen la misma esencia del blues. El lamento, la denuncia. El llanto. Entonces todo muy bien lo que hacía Muddy Waters, pero no perdamos de vista a los bagualeros, que cuentan una realidad que es mucho más cercana y que lastima. Y lo mismo creo pasa hoy con la cumbia en el territorio bonaerense.
También en el tango. Empezando por Cambalache de Discépolo…
Claro y también en algunos grupos de rock. Las letras de Manal describían la sociedad de entonces…Avellaneda Blues, Doña Laura…Todo eso se ha ido perdiendo. Se perdió el concepto de “molestar”. Hoy las letras son más livianas…
Volviendo a La Cocina. ¿En qué medida tu gusto personal define lo que difundís?
Difundir por difundir, no. Me tiene que atraer la propuesta. Creo que el jazz debe seguir evolucionando. A mí me gusta mucho la improvisación libre, pero si me llega un disco de standards bien hecho, también lo programo. Tiene que ser algo que me interese, que me despierte entusiasmo.
Llevas 30 años haciendo radio, ¿cómo ves la evolución local del género en todos estos años?
Se siguen haciendo grabaciones. A pesar de que el disco casi ha desaparecido, se sigue produciendo. Creo si, que a veces se apuran las cosas. Hay músicos de mucha personalidad acá. Pero luego toda una corriente de músicos jóvenes, muchos de ellos egresados del Falla, que aún deben hacer un camino para tener una propuesta diferenciadora, personal.
Hablando de caminos e intereses ¿porque pensás que en Buenos Aires se conoce tan poco del jazz que se hace en el interior del país?
Porque nunca se respetó como corresponde al interior del país. Y esto no pasa solo en el jazz, también en el rock. Los artistas están cansados de ir a Buenos Aires para que les cierren la puerta en la cara. Tampoco hay reciprocidad. En el interior se invita a los músicos de Buenos Aires, pero nunca ocurre lo inverso. Entonces eligen quedarse aquí, en sus lugares de origen. Y graban y tocan solo porque tienen ganas de tocar. Sin ninguna aspiración de trascendencia. Acá tenés el grupo Niebla. Hace 38 años que están juntos. Y se quieren quedar acá. Hay muchos grupos interesantes en Salta, Tucumán, Catamarca o La Rioja. Pero ya no hay interés en llegar a Buenos Aires. Porque saben que es inútil.
*Amiri Baraka (1934-2014). Nacido como LeRoy Jones, fue un poeta, novelista, ensayista y músico norteamericano. Publicó numerosos textos sobre opresión y racismo y fue figura central del Black Power y las luchas a favor de la igualdad, además de lúcido testigo del surgimiento del free jazz en los Estados Unidos de los años 60.
Era un gran tipo y buena persona cuando lo conocí, años ‘86, ‘87. Y por lo que leo es como un buen vino, mejoró
MARTÍN GOROSTIAGUE UN SALUDO Y UN ABRAZO DESDE LA CAOBA JAZZ BAND DE BUENOS AIRES.
ROBERTO TULLETT
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