«Monster», el primer disco de Octafonic, es un cachetazo al conformismo. El grupo de Nico Sorín produjo uno de esos trabajos que dividen aguas pero no dejan indiferentes. Una decena de muy buenos temas, un grupo de músicos de experiencia y talento, y la personalidad de Sorín, para un material que reclama oídos abiertos.
La sentencia golpea con la furia de un martillo loco en el pensamiento del reseñador. “Pero eso no es jazz!!”. El reseñador sacude la cabeza buscando alejar los pensamientos negativos y sigue aporreando las teclas. “Es rock, nada que ver con el jazz”. El martillo vuelve a caer y asesta una nueva certeza: “Están en el Cosquin Rock. ¿No es prueba suficiente?” Otro sacudón de cabeza despeja por un momento la molestia. Al menos hasta un nuevo golpe.
Ya se sabe. Nada más insistente que los preconceptos.
Mientras en el equipo suena “Monster”. La banda de Nico Sorín es una aplanadora. Imposible sentirse afuera. Música de capas y climas cambiantes. De ritmos múltiples. De guitarras, teclados y vientos sincronizados con una perfección casi mecánica. Una base rítmica potente, la voz procesada de Nico y una decena de temas casi pegados. Un disco que no pide ni da tregua.
Desde el primer corte, que da título al trabajo y se convirtió en bandera del grupo junto a un video magistral, Octafonic pone todas las cartas sobre la mesa. Sorín anticipa la llegada del monstruo con su voz metalizada mientras el “Chino“ Piazza en los tambores y el “Chivi” Fernández en el bajo, marcan un ritmo demoledor. Los teclados amplían los climas y una guitarra suelta un riff endemoniado. Alguien despertó a las fieras.
Como una derivación casi lógica del Sorin Octeto, que en 2008 produjo el excelente “Cosmopolitan”, este Octafonic que debuta con Monster es una verdadera selección de lo mucho y bueno que muestra la escena musical no convencional en la Argentina.
Buena parte de los músicos convocados por Nico, tienen extensas trayectorias y lideran sus propios grupos, Como Fernández, aquí alejado de los teclados y con un bajo entre las manos o Esteban Sehinkman, que comparte con Sorín el crecimiento de su “Pájaro de fuego”. Otros, como los saxos Juan Manuel Alfaro, Leonardo Paganini y Francisco Huici o el mismo “Chino” Piazza, son protagonistas habituales de la escena jazzera local.
A ellos se suman para dar larga vida al monstruo, las guitarras de Sergio Álvarez y Hernán Rupolo (con especial destaque en Monster) y los aportes desde las filas roqueras de Lula Bertoldi de Eruca Sativa, Hernán Rupolo de Connor Questa, Mariano Bonadío de Alelí Cheval y su orquesta de Metal, además de Eduardo Giardina y Juan Armani.
Hace tiempo ya que la historia del jazz se escribe desde la periferia. Es desde los suburbios del mundo de donde emergen hoy los artistas que sacuden la modorra de lo establecido y proponen nuevos desafíos. Desde allí Nico Sorín, Cirilo Fernández y Esteban Sehinkman, entre otros, le ponen fin a la siesta buscando nuevas sonoridades, nuevos desafíos. Provocar para construir.
¿Pero esto es jazz? Qué importa. Los guardianes del orden que se escondan debajo de la cama. El Monstruo está en camino. I just know…
Octafonic. Monster Nicolas Sorin: Sintetizador , efectos de voz y composición Juan Manuel Alfaro: Saxo alto procesado Leonardo Paganini : Saxo tenor procesado Francisco Huici: Saxo baritono procesado Sergio Alvarez: Guitarra eléctrica Esteban Sehinkman : Fender Rhodes y Wurlitzer Cirilo Fernandez – Bajo Eléctrico Ezequiel Piazza – Batería Invitados: Hernán Rupolo: guitarra Pedro Rossi: guitarra. Mariano Bonadio: percusión Lola Bertoldi, coros