Pablo Aslan: regreso a la ciudad del Tango

Hace 40 años Pablo Aslan partía a los Estados Unidos con un contrabajo como equipaje. Era aún un músico en formación, con más dudas que certezas. Con el tiempo se construyó una vida en el Norte. Tocó con centenares de músicos, lideró grupos con los que grabó y giró por el mundo, y creó que su propio sello: Avantango Records. Aslan es hoy un referente en esa frontera a veces difusa entre el tango y el jazz. Y entonces, como antes, un nuevo proyecto transita de la mano de su deseo: volver a Buenos Aires.

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“Toco el bajo por la misma razón que cuando era pibe jugaba de arquero: nadie lo quería hacer y yo entonces lo tomé”. En Aslan esos recuerdos brotan sin esfuerzo. “Yo quería tocar la guitarra y Andrés Calamaro me dijo que porque mejor no tocaba el contrabajo. Teníamos los dos poco mas de 15 años. Y como yo ya había coqueteado con el instrumento le hice caso”.

Aquel momento crucial podría emparentarse con este otro, el día de aquel mayo de 1996 cuando el argentino graba en vivo en el Knitting Factory de Nueva York, su Avantango y en 2000 también  junto a Thomas Chapin y Ethan Iverson. Dos músicos por entones casi desconocidos, pero que luego alcanzarían fama internacional.

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Chapin, un personal saxofonista que en 1998 moriría de leucemia a los 41 años, cuando ya lideraba sus propios grupos y tenía varias discos a su nombre. Iverson, un joven pianista nacido en el Medio Oeste de Estados Unidos, deslumbrado por el tango de Horacio Salgán y que tiempo después formaría el trio Bad Plus junto bajista Reid Anderson y el baterista David King, con el que pronto alcanzó fama internacional y al que abandonaría en 2018, buscando su propio camino musical. Aquel disco, hoy un clásico indiscutido, marcó la carrera del contrabajista argentino, que fiel a sus convicciones siguió produciendo trabajos destacados, nutriendo al tango con espontaneidad jazzera.

¿Cómo te relacionaste con Chapin e Iverson, dos músicos que uno imagina distantes del tango, aun en sus formas más modernas?

Cuando yo llegué a Nueva York comencé a trabajar en las milongas. Fueron años de mucho trabajo. Entonces un día pusimos un aviso buscando pianista y apareció Ethan.  Paralelamente yo tenía contactos en todo el circuito de lofts y toda esa corriente de improvisadores. Un día me invitaron a tocar en big band y allí conocí a Thomas.  Todos estábamos de alguna manera conectados, dando vueltas por el mismo circuito.

¿Desde un inicio arrancaron como el trío que luego se conoció?

No, comenzamos como un sexteto alrededor de 1994. Luego pasó a ser cuarteto. Pero un día Kenny Wollesen, que era el baterista, no pudo ir al show y entonces lo hicimos igual. A partir de allí quedamos tres. Que para la música es un número perfecto. Y seguimos trabajando mucho hasta que Thomas volvió de África enfermo. Eso fue en el 97. Algunas veces que Thomas no pudo estar, convocamos a Donny McCaslin, que por entonces estaba en el grupo de Fernando Tarrés. Thomas falleció en febrero de 1998, antes de que saliera el disco.

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¿Y cómo llegaron a grabarlo?

Cuando nos decidimos a grabar nosotros veníamos tocando ya desde hace un tiempo. Una amiga nuestra nos había programado en un loft de Nueva York. Y luego de esa serie de shows fuimos al estudio y grabamos todo el disco. Regresamos luego a tocar en Knitting Factory y decidimos grabar eso también. Veníamos con un millaje importante y nos conocíamos muy bien. Pero cuando volvimos al vivo nos dimos cuenta que teníamos la mezcla perfecta para nosotros. Entre la concentración del estudio y la impro del escenario. Un balance bárbaro. Cuando editados el disco, decidimos que quede la grabación del vivo, menos un tema: Telling comment que era de Thomas y él pidió que usemos la toma del estudio.  Así que en algún lado estará el disco entero grabado en el estudio, que finalmente no usamos.

¿Tantos años después, que diría que aportó cada uno para conformar este disco que hoy ya es un clásico?

Creo que por ese entonces yo le había dado varias vueltas de tuerca a cómo encarar el tema del tango espontáneo. Ya tenía una experiencia hecha aún antes de llegar a Nueva York y un conocimiento maduro del tango. Creo que le aporté soltura a un material tan rico. Aún hoy hay gente que se pregunta cómo hacer esto. Ethan y Thomas no tenían ningún prejuicio al respecto. Se largaban sin preocuparse si sonaba arrabalero o no. Cosas que si me preocupaban a mí. Ethan tenía además una combinación extraña. Un tipo formado en lo clásico, con un background impresionante en el jazz, que sin embargo tocaba tres veces por semana en las milongas. Y lo hizo durante años.

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Luego grabaste un segundo Avantango con otros músicos…

Si. Luego de aquel trío con Thomas y con Ethan, grabé en 2006 un segundo Avantango en Nueva York con músicos argentinos que estaban radicados allí. Fue un disco muy escrito porque sentí que no tenía la libertad de improvisar como hacía con Ethan y Thomas. Luego me fui a pasar un año en la Argentina y comencé a tocar con Gustavo Bergalli en su grupo. Entonces armé el mío propio en el que convoqué a Gustavo, a Pipi Piazzolla, a Jorge Retamoza y Abel Rogantini. Allí recién descubrí que podía traer un poco de la metodología que había trabajado con el primer Avantango.

Bergalli, Retamoza y creo que también Rogantini, ya tenían experiencia en tocar tango moderno, pero debió toda una novedad para Pipi…

Si, totalmente. De aquel primer ensayo me acuerdo dos cosas de Pipi. Le di unas pocas indicaciones, pero mucha libertad, para que hiciera lo que creía que tenía que hacer. Y él, totalmente sorprendido, me dijo: ´pero esto es el libre albedrio´. Me hizo tanta gracia aquello que nunca lo olvidé. Y lo segundo que me dijo aquel día era que no tocaba ni tango ni la música de su abuelo, porque le iban a decir de todo. Por eso creo que aquel fue el comienzo de Pipi con el tango y de alguna manera puedo decir, con orgullo, que lo impulsé yo. Luego volvimos a grabar juntos, lo llevé a tocar varias veces conmigo en Nueva York. Pero aquella vez, la del libre albedrio fue el comienzo. Un lindo comienzo, porque además yo comprendí que tenía que hacer mis discos acá, en Buenos Aires.

Es difícil explicar sensaciones, pero ¿podrías decir que fue eso que te hizo sentir que esta ciudad era el lugar indicado?

Me acuerdo que en aquel me sensación era: no sé si es un disco bueno o malo. Pero sí sé que es el disco que yo quería hacer. Estaba esa soltura que yo quería. Ahí comprendí de una vez y para siempre que mis discos los tenía que hacer acá. Para mi Buenos Aires Standards*, el disco que grabamos con esa formación, fue una bisagra en mi vida profesional.

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En 2018 volviste a hacer el disco en el Festival de Buenos Aires, con un nuevo trio, con Dan Tepfer en piano y Jeff Lederer en saxos. ¿Qué recordás de aquello?

Bueno, hace años que veníamos trabajando juntos informalmente con Dan y Jeff.  Así que la aventura comenzó formalmente con ese viaje. Jeff es un músico que ha tocado jazz, salsa, y música cubana y tiene toda esa cosa de neoyorkino mezclado con músicos latinos. Dan, por su lado ha hecho muchos discos a dúo, entre ellos uno con Lee Konitz y además es bailarín de tango. Ambos son músicos sin ataduras estilísticas, muy improvisadores. Y como vinimos a un festival de jazz, fuimos sin culpas, sin ataduras, sabiendo que podemos abrir mucho la cancha…

Uno de tus últimos trabajos fue Contrabajo. Works for bass and string quartet. Un registro diferente. 

Si. Es un disco importante para mí. Tiene producción de Gabriel Senanes y muchos temas originales. Lo hicimos con el cuarteto de cuerdas. Está Paquito D’Rivera en un tema y yo más al frente, más solista que de costumbre.

Regresaste en el 2019 para participar en Jazzologia y en el Festival Internacional de Tango de Buenos Aires. Y allí volviste a traer una nueva propuesta. 

Eso fue muy importante para mí. Sabés…yo siempre que regreso procuro hacerlo con un proyecto distinto.  Soy un tipo inquieto, curioso y en todo momento siento que hay cosas que me impactan, que se meten en mi gusto. Y las voy dosificando en cada trabajo, porque no pierdo de vista que el hilo conductor de todos mis trabajos es el tango.

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Muchas veces te deben preguntar si hacés tango o jazz…Sigue habiendo cierta resistencia conservadora a la mixtura o la influencia de uno sobre el otro.

Yo le digo jazz-tango o tango-jazz. Hace mucho que uso esa etiqueta y, aunque siempre me sonó ampulosa, describe lo que estoy encarando. Yo vengo del tango, pero me considero un músico de jazz en el sentido amplio del concepto. Mi lealtad, por decirlo de alguna manera no es ni al swing ni a los standards. Es a la libertad. Y entonces, haciendo uso de esa libertad, elijo explorar el lenguaje del tango.

¿Pero no es acaso la improvisación lo que diferencia a uno del otro? ¿Cómo resolvés eso?

Si, claro. Hay una pauta. Hay un arreglo, tanto en el jazz como en el tango. En mi caso te diría que cuando hago un arreglo no estoy dando mi mejor manera de expresarme.  Arreglo cuando la cosa tiene que estar ordenada. Pero siempre prefiero que todo pase arriba del escenario y que pasen cosas que no habíamos previsto.

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¿Y esto pasa en el nuevo trio que armaste para este último viaje al país?

Absolutamente. Te cuento algo. Para el Tango Jazz Trio incorporé a Joaquín Benitez Kitegroski, un joven bandoneonista que está muy empapado de todas las nuevas corrientes. No tengo que explicarle nada. El trío se completa con Analía Goldberg, una pianista maravillosa, que conoce muy bien la historia del tango. Y justamente eso, de alguna manera la limitaba. Recuerdo que estábamos ensayando un nuevo tema y ella me pregunta como quiero que lo toque, en un estilo Salgán o más cercano a Pugliese. Y yo le dije que lo toque como le nazca a ella. Como lo sienta ella. Con absoluta libertad. Al principio le costó justamente eso. Tanta libertad. Pero cuando lo asumió y se soltó, fue maravilloso.

El famoso libre albedrio del que hablaba Pipi…

Sí, claro…tendría que hacer un disco que se titule Libre albedrío…(Risas)

¿Pablo, que sentís que tiene Nueva York para un artista de tus características?

Es una ciudad donde podés desarrollar diferentes propuestas. No hay límites en eso. Es una ciudad tan multicultural, que el cruce produce todo el tiempo nuevas formas musicales. Yo, por ejemplo, estoy en un grupo húngaro, donde soy la voz latina de un repertorio que incluye klezmer, jazz y popular. Hay muchas posibilidades de desarrollo y todas incluyen lo que vos traes de origen. En mi caso el tango.

Pero también que estás pensando en volver…. 

Si. Uno se va poniendo grande y la ciudad tira. Yo ya tengo una vida hecha en Nueva York. Mi esposa y mis hijos viven allí. Tengo mi propio sello. Produzco mi música y la de otros artistas. Tengo mucha actividad. Pero cada vez que vuelvo a Buenos Aires, veo la escena, veo a los amigos, camino por estas calles y pienso cuantas cosas que podría hacer aquí. Así que estamos pensando que quizás lo ideal sería que yo dividiera el año con una mitad en Buenos Aires y otra mitad en Nueva York. Ese sería el proyecto…seria lindo.

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* Buenos Aires Jazz Standards fue grabado en los estudios Sound Rec en Buenos Aires por Fernando Martínez, saldría un año después en Estados Unidos por el sello Zoho, pero que nunca tendría edición argentina. Contenía renovadas versiones de un puñado de tangos clásicos, como La Cachila de Eduardo Arolas, Bahía Blanca de Carlos Di Sarli, Loca Bohemia de Francisco de Caro o Don Agustín Bardi, de Horacio Salgán.

Fotografía de portada: Gonzalez -Casabene

 

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