Se dice que la entrevista es un arte compartido. Un juego sutil, en el que entrevistado y entrevistador se desafían, acuerdan y juegan a que están solos. Pero ambos son conscientes de esa mentira. Saben que cada palabra en esa falsa intimidad, será leída por cientos con ese placer casi delictivo de quien espía por una ventana. Miles Davis también dominaba ese arte esquivo. Y así lo dan cuenta los casi 30 encuentros que reúne Miles por Miles, un libro imprescindible para quien quiera conocer otra faceta del ángel negro del jazz.
Un molesto Miles Davis le dice a Bob Berg, su saxofonista. «Bob, tocaste demasiado, ¿por qué entraste en esa parte, donde se supone que no tocás?». Berg respondió: «bueno, sonaba tan bien que tuve que entrar». La respuesta de Miles fue lapidaria: «Bob, la razón por la que sonaba tan bien era porque no estabas tocando».
La anécdota, una de las tantas que pueblan Miles por Miles, define claramente el perfil del personaje. Y el lector no puede dejar de imaginar ese momento. La voz ronca de Miles sonando desafiante y temeraria. La observación que corta el aire como un cuchillo filoso. Y a un culposo Bob Berg dejando el saxo a un costado, con el gesto de un chico al que acaba de retar el padre.
Bastaría tal vez esa sola anécdota para dar una real dimensión del personaje. Pero lo cierto es que Miles por Miles, que acaba de publicar Letra Sudaca Ediciones, contiene mucho más que eso. Son unas 30 entrevistas que Miles dio a través de los años, la primera de 1957 y la última de 1989, donde el trompetista, sin duda uno de los genios musicales del siglo XX, se muestra como es. Contradictorio, arbitrario, honesto. Escasamente simpático y a veces cruel. Sincero hasta el extremo. Pero inmensamente talentoso y de una inteligencia que no se limitaba al ámbito musical.
Como bien se explica en la introducción “Miles no solo era un genio musical, sino también un enigma y en ningún otro lugar era tan convincente, exasperante y entretenido como en las entrevistas, a las que raramente accedía”.
Por eso Miles por Miles, editado originalmente en inglés en 2008, y que ahora se publica en castellano a través de la editorial Letra Sudaca junto con Improvisación Colectiva en Mar del Plata (ICM), es un recorrido inigualable por más de treinta años de carrera y encuentros con la prensa. Desde Nat Hentoff, Stephen Davis, Leonard Feather o Ben Sidran, tanto como en artículos en revistas menores o en pequeñas emisoras o programas de TVd de alcance masivo, las distintas entrevistas permiten tener una visión más clara de la conflictiva y apasionante personalidad de Davis.
Están allí los temas que lo obsesionaban: la creatividad musical, el racismo, las mujeres, un genuino deseo de ser reconocido y un rechazo visceral al pasado. “No miro hacia atrás. Nunca. No tengo lugar en mi cabeza para esas cosas. Solamente miró hacia adelante”.
También su contradictoria relación con el rock, a cuyas audiencias buscó acceder desde sus combos eléctricos. «No escuché nada interesante que provenga de los grupos de chicos blancos con pelo largo y toda esa mierda. Me gusta escuchar el sonido Motown, James Brown y los cantantes de funk», aseguraba en una entrevista, para luego ofrecer una actitud algo más conciliadora en otra. “Nunca menosprecio o rebajo a los músicos porque tengan 19 años. No subestimo a nadie. Siempre estoy escuchando. El ayer está muerto”, decía.
Sin embargo en ese ayer, que aborrecía, es donde paradójicamente recurrimos cada vez que la minimalista trompeta de Miles nos reclama. Y entonces volverán a sonar tan actuales como siempre el fundacional Kind of blue, los tradicionales Walkin o Cookin, los del segundo quinteto E.S:P o Miles smiles, o los más experimentales como Bitches Brew o In a silent way. Discos fundamentales de un arte que lo tuvo como primera figura. Y que hoy renace en cada oyente inquieto, dispuesto a convocar aquella música que venció al tiempo.
Miles por Miles Compilado por Paul Maher y Michael Dorr. Editorial Letra Sudaca. 368 pgs.