El jazz europeo pierde una de sus principales figuras. Peter Brötzmann, el saxofonista de enérgico estilo, murió en la noche del martes a los 82 años, mientras dormía en su casa de Wuppertal, en Alemania. Figura central del free y la libre improvisacion europea, deja más de 50 discos a su nombre y un sinnúmero de colaboraciones imprescindibles.
Nacido en Remscheid, Alemania, en 1941, Brötzmann estudió artes visuales y se inició como pintor. Luego trabajó como asistente de Nam June Paik y fue influenciado por el movimiento Fluxus. Comenzó a hacer música, de forma autodidacta, en el saxofón y el clarinete, inspirado por los artistas históricos que visitaron su país.
Ya a mediados de los 60, tocaba en un trío con Peter Kowald y el baterista sueco Sven-Åke Johansson y tuvo oportunidad de compartir música con Carla Bley y Cecil Taylor.
Su primer disco “For Adolphe Sax, fue editado en 1967: Pronto le siguió “Machine Gun”, uno de los tpitulos emblemáticos del free jazz eurpeo. Su título responde al apodo con que lo bautizó Don Cherry al destacar su personal estilo.
Brötzmann deja más de 50 álbumes a su nombre y singulares colaboraciones con decenas de músicos cercanos a su propuesta, como Mats Gustafsson, Hamid Drake, Alexander von Schlippenbach, Evan Parker, Jeb Bishop, Ken Vandermark, Joe McPhee y Anthony Braxton, entre tantos otros.
A lo largo de su extensa carrera siempre se evidenció como un entusiasta colaborador de los mejores músicos de free e improvisación libre de Europa y los Estados Unidos, a los que supo agrupar con talento en sus diferentes versiones.
Tanto en los tríos que formó con Peter Kowald y Sven-Ake Johansson primero y con William Parker y Michael Wertmüller después; o en sus grupos más numerosos, como el Peter Brötzmann Octet y Tentet, ensambles con el que grabó alguno de sus mejores registros; era inconfundible su sello personal y esa energía vital que, emergiendo detrás de sus enormes bigotes, conformaba una música única, plena de riesgo y pasión.