Cada nuevo trabajo en la discografía de Sergio Poli fue un paso adelante. Es que el violinista no renuncia a la búsqueda y el riesgo como parte del hecho artístico. Y así lo reafirma en «Luna de hielo», su último disco, grabado en vivo en La Plata. Diez canciones propias que navegan por distintas paisajes, con una marcada impronta rockera y el espíritu del jazz atravesando el aire. Quien se aventure por esta «Luna de hielo», se encontrará, sin dudas, con uno de los mejores registros del nuevo jazz argentino.
Marzo de 1993. Los Redondos editan “Lobo suelto, cordero atado” y el violín de un joven Sergio Poli dibuja sus líneas punzantes entre la emblemática voz del Indio Solari y la nerviosa guitarra de Skay Beilinson. Meses después, ya con el disco en la calle, Poli sube al escenario para compartir la presentación oficial de la placa ante 40 mil personas en el estadio de Huracán.
Pero la visita del violinista al país del rock no se prolongó más allá de aquellas jornadas singulares de hace casi 25 años. A partir de entonces, el músico de La Plata buscó su camino por la música académica, las orquestas de cámara, el tango y las distintas corrientes del jazz y no regresó hacia aquellas geografías musicales.
Pero como no hay círculo que no se cierre, casi un cuarto de siglo después, un Poli ya asentado en el mundo del jazz, edita el excelente “Luna de hielo”, hasta aquí su disco más rockero, y convoca para ilustrarlo al mítico Rocambole, autor del arte de aquel disco ricotero.
Unas 10 canciones integran este “Luna de de hielo”, el trabajo más logrado en la discografía del violinista. Todas compuestas por Poli, inmerso en una interesante faceta autoral que ya había entregado algunos indicios en discos anteriores. En todas ellas predomina la búsqueda de sonidos y colores, la diversidad de géneros y una llamativa energía grupal potenciada por la grabación en vivo. «En este disco la improvisación quedó más acotada, porque preferí darle más valor a los arreglos y las composiciones” dice Poli.
¿Cómo y porqué surge la idea y las ganas de hacer un disco en vivo?
El disco anterior, «Canícula Metrópolis», era un disco bien de estudio; grabado por partes, con sobregrabaciones, etc. Algo más bien inusual en el mundo del jazz en general y en el mío en particular. Mis discos anteriores con Cordal Swing o con el Cuarteto, si bien fueron grabados en estudio, fueron interpretados “en vivo” en el sentido de estar todos juntos en una sala tocando a la vez. De modo que con «Luna de Hielo» un poco volví a esa idea de la performance. Sólo que se nos ocurrió que iba a ganar mucho si, además, se hacía con público y en un lugar que uno considera su casa, como es el caso de Ciudad Vieja. Creo que esta es una banda muy para tocar en vivo, que tiene una energía que resultaría muy difícil de reproducir entre las cuatro paredes de un estudio. Y viendo los resultados creo que fue una decisión correcta. Tiene toda la frescura y a la vez la calentura del show en vivo.
Es decir que el lugar estaba definido por esta familiaridad de la que hablas. ¿Y cómo pensaste la grabación, se hizo un show especialmente para ser registrado?
Si claro, Ciudad Vieja es lugar muy ligado a nuestra historia desde hace muchos años, además de contar con una buena planta de sonido. La idea original era hacer tres grabaciones en tres fechas sucesivas, y de ahí elegir las mejores versiones de los temas. Pero la realidad nos marcó que las dos primeras sesiones sirvieron más que nada como pruebas para conseguir el mejor sonido posible, modificando microfoneo, ubicación en el escenario, etc. Ciudad Vieja no tiene un escenario de un teatro y además nosotros somos un sexteto. Así que había que ser muy cuidadosos porque todo lo que sonaba se metía por todos los micrófonos. Con esos aprontes fue que llegamos a la tercera y definitiva sesión. Así que se puede decir que «Luna de Hielo» está grabado en una sola toma, sin anestesia
Entonces no hubo una selección de temas para el disco, fueron todos los que eran…
No, no hubo selección. Yo sabía bien qué temas irían al disco, obviamente hicimos otros temas esa noche, pero los temas del disco estaban bien definidos. Así que una vez con los crudos, grabados por Emilio Pascolini, nuestro sonidista de cabecera, seleccionamos los 10 tracks y empezó el trabajo fino de Juan Cana San Martín, que fue quien hizo la mezcla y master.
¿Que pensás que le suma el «vivo» a tu música?
Algo de eso te decía cuando te hablaba de la energía que tiene la banda sonando en vivo. Por otra parte en lo personal en vivo toco absolutamente relajado, algo que no me ocurre en un estudio. Curioso, porque si uno en el estudio comete un error puede parar y comenzar de nuevo. En cambio en vivo queda lo que salió. Pero alguna alquimia se produce allí que hace que, aun sabiendo que esto se estaba grabando, pudiera desentenderme del asunto y tocar libremente.
Contame algo del grupo con el que hiciste el show.
El grupo es la base del que grabó el disco anterior. Más allá de que en ese disco participaban otros músicos la base operativa estaba formada por Pablo Murgier Pazdera en piano y teclados, un músico con una enorme formación ya sea en jazz, folklore, tango o académico; Jonatan Schenone en bajo, otro músico que excede su instrumento, en el sentido de que aporta no sólo tocando sino desde su experiencia y formación; y Daniel Viera en batería, compañero de ruta desde hace más de veinte años, un tipo con una técnica exquisita que puede tocar bien lo que le pongas por delante. Esa era la columna vertebral del Ensamble Eléctrico. Con el tiempo se sumaría Maxi Abal en guitarras, que le dio un giro rockero al asunto, y con Potolo Abrego en la percusión agregamos cuestiones que tienen que ver con otros colores o texturas. Y no me quiero olvidar del tema de la gráfica, porque el diseño estuvo, como siempre, en manos de María Alejandra Arce, pero esta vez con el enorme aporte para el arte de tapa de Rocambole.
¿Seguís con ese grupo?…
Si, claro, preparando lo que se viene
Más allá del hecho de haber sido grabado en vivo, ¿qué diferencias remarcarías entre este último disco tuyo y los anteriores?
La diferencia que más remarco es que este tal vez sea el disco más mío. Empezando por el hecho de que todos los temas, por primera vez, son de mi autoría. Pero además porque toda la concepción tiene que ver con lo que pienso y siento en este momento. Obviamente con el aporte que cada uno de los seis integrantes agrega a lo que yo pueda llevar a un ensayo. Más allá de que siempre tiendo a pensar con cada disco que es el mejor posible en ese momento determinado (el día que deje de pensar así, el día que diga “este disco está bueno pero era mejor aquél, desconéctenme” (Risas); más allá de eso, con este tengo una sensación de plenitud y felicidad que no me había ocurrido antes.
Este trabajo tiene un sonido más «moderno», hasta más rockero, diría. ¿Es lo que buscabas?
Sí, es así; pero no estoy muy seguro de cómo se llegó a esto. Creo que el puntapié inicial lo dio Luis Aceto cuando me empujó a producir el disco anterior. Es como que fui encontrando mi lugar en el mundo de la música gracias a ese disco, y luego sólo me dediqué a buscar mi propia voz por ese rumbo.
¿Y qué recepción tuvo esta nueva búsqueda?
Buena, muy buena. Más allá de que hay quienes siguen añorando los tiempos de Cordal Swing, siento que con este disco/grupo se está acercando gente que antes no me iba a ver, y de distintas edades. Es como que cada uno encuentra algo que le gusta, que le atrae, y creo que eso está bueno. No es algo que me haya propuesto. Por suerte, al ser un productor independiente no tengo ningún tipo de condicionamiento a la hora de armar los proyectos. Pero es siempre bienvenida la gente que se acerca por primera vez y le gusta.
¿Qué proyectos tenés con esta banda o fuera de ella?
Con esta banda, bueno, seguir tocando, mostrando este trabajo, profundizando el conocimiento entre todos, para mejorar esa empatía que ya tenemos a la hora de sonar. Y obvio, ya preparando temas nuevos que voy componiendo, con un ojo puesto en lo que se puede venir de acá a un par de años, futuro disco o lo que sea. Tengo otro proyecto que está empezando a caminar que es un quinteto de cuerdas a la manera académica, pero haciendo música popular. “Música popular en formato académico” lo bautizó Fernanda Ortega Pasalacqua, violinista del quinteto. Hacemos algunos tangos, pero también música de Spinetta, los Redondos, Gismonti, The Beatles, etc. Vamos a ver hasta dónde crece esta idea.
Luna de hielo
Sergio Poli Ensamble
Sergio Poli, violín, dirección
Daniel Viera, batería
Pablo Murgier Pazdera, teclados
Maxi Abal, guitarra
Jonathan Schenone, bajo
Potolo Abregró percusión