«Al gran pueblo argentino, ¡Pianos!», declamaba apasionado Enrique «mono» Villegas allá por los 60´s. Y si bien el reclamo sigue aún vigente, no es menos cierto que las nuevas generaciones de pianistas le habrían arrancado una sonrisa de satisfacción al viejo maestro. Tomás Fares se inscribe por mérito propio en esa avanzada y de la mano de su primer disco, «Refugio», se convierte en una promesa cumplida de la escena local.
Fotografía de apertura: Vale MarcheseEn medio de una intensa agenda, que incluye el liderazgo de su propio grupo, giras y shows con la banda de Pedro Aznar y actuaciones como parte del grupo de Juan Cruz Urquiza, entre otras colaboraciones; Tomás Fares se ha hecho tiempo para editar un disco que desde el momento de su aparición sigue cosechando adhesiones.
Por lo que se ha visto hasta ahora “Refugio”, tu primer disco, ha tenido sólo comentarios elogiosos. ¿Cómo fuiste viviendo esta experiencia?
Si, por suerte mucha gente, muchos colegas me dicen que le gusta mucho. Que están buenos los temas, la manera en que están tocados. También gusta el audio. Por suerte la gente aceptó bien el disco. Algunos incluso se sorprendieron, porque pensaron que iba a ser de jazz más abierto, más que de canciones.
¿Los temas los compusiste para este disco o ya los tenías de antes?
Es música que fui armando con el tiempo. Muchos de los temas, casi todos te diría, salieron del trabajo que hice mientras estudiaba en el Conservatorio. Trabajos de composición y propuestas que hice en aquellos años de estudio. Si, la mayor parte vienen de allí, de trabajos de composición en el Manuel de Falla.
¿Siempre pensaste en música para un quinteto?
No, en realidad los empecé a tocar en trío. Hasta dos meses antes de la grabación los temas estaban planteados para trío. Pero entonces se me ocurrió que sería lindo grabarlos con una formación de quinteto. Se los comenté a Sergio (Wagner) y a Juani (Méndez) y se coparon. Les gustó la propuesta y entonces comenzamos a ensayarlos y fuimos viendo que la música «caminaba» mejor. Nos gustó y así quedó.
¿El trío con el que comenzaste tocando este repertorio es el mismo que llegó al disco?
Si la rítmica es la misma que ahora forma parte del quinteto, con Fernando Toyos en contrabajo y Matías Crouzeilles en la batería. Pero nunca tuvimos dos formaciones a un mismo tiempo. El trío fue el que derivó en un quinteto. Y así seguimos tocando y finalmente grabamos «Refugio» con esta formación.
¿Y qué te hizo pensar que tu música se adaptaba mejor a un quinteto?
Porque muchas de las cosas que compongo son melódicas. Y cuando te surgen así, una trompeta o un saxo los hacen rendir un montón. Y eso sentí que pasó en estos temas. Los caños lo potenciaron. Los temas quedaron más redondos. Igual habrás visto que en el disco quedaron dos temas en trío. Uno que se llama “Tres”, obviamente y el otro es “Vida siempre”. Quedaron así porque también tenía ganas que estuviera en el disco esta otra posibilidad. No quería tampoco que sea todo en quinteto.
Cuando presentaste el disco en el Vinilo tuviste además un guitarrista invitado. ¿Qué buscabas allí?
Si, a Vinilo invité a Tomás Fraga y ahora quiero que venga Rodrigo Agudelo. Me parece que invitar a alguien a la tocada le da frescura. Está bueno salirse un poco de lo que está en el disco. Cuando vino Tomás hicimos dos temas en dúo piano y guitarra y luego él se incorporó al quinteto. Ahora vamos a hacer lo mismo con Rodrigo.
¿Hacés todo entero el disco en el show?
Sí, estamos haciendo los temas del disco mas uno nuevo que compuse y otro de Fred Hersch, que se llama “A Lark”, del álbum The Fred Hersch Trio + 2, que a mí me gusta mucho.
¿Y cómo es “Refugio” en vivo, hay más espacio para la improvisación?
No siempre. Nos ceñimos más al formato canción. Los solos no son prologados, incluso te diría que son menos extensos que en el disco. Me parece que un show con 12 temas de jazz es una cantidad más que razonable, como para encima estar haciendo versiones más extensas. La impro está igual, porque tanto desde el lado del solista como de la seccion ritmica vamos amasando lo que estamos tocando y en cada tocada pasan cosas distintas, formas de interactuar, propuestas que se te ocurren sobre el material.
¿Cómo ves todo lo que está haciendo la nueva generación de músicos de jazz en el país?
A mí me parece que todo eso está muy bueno. Todo lo que se armó. Con tanta gente tocando. Cuando hablo de la última generación en lo que primero pienso es en el Conservatorio, en el Falla, donde yo estudié. Cuando llegas allí conoces gente, comenzás a tener afinidades, te hacés de amigos, te juntás. Y fue precisamente ese ambiente el que motorizó la movida de la última generación. Muchos de los proyectos que conozco, los vi nacer de mis compañeros del Conservatorio. Muchos de los grupos y de la música que se está tocando ahora salieron de allí.
Eso es cierto y es muy positivo. Pero el hecho de que todos se conozcan desde muy jóvenes y en un Conservatorio definido, ¿no hace correr el riesgo de convertir la movida en un grupo cerrado?
No. Cuando recién salís querés tocar con todos y todo el tiempo que puedas. Y está claro que los que conocés son esencialmente los que estudiaron con vos. Y eso no está mal, forma parte de tu formación. Pero en un momento tenés que optar y buscar tu lugar en un grupo determinado. Y trabajar para profundizar lo que estás haciendo. Llega un punto en el que pierde sentido estar en mil formaciones al mismo tiempo. Porque la cosa se pone realmente bien cuando trabajas y pulís la estética de un mismo grupo.
Como ir enfocándote…
De alguna manera. Te das cuenta que progresas cuando conocés como toca el que está al lado tuyo. Cuando profundizas los temas. Ahí es cuando sentís que vas para adelante. A mí me pasó eso cuando me llamó Juan Cruz de Urquiza para integrar su grupo. Allí entendí que no hacía falta estar metiendo la nariz en todos lados y que más vale concentrarte en algo que tenga sentido para vos. No quiero decir que esté mal tocar con todo el mundo. Pero es un proceso. Primero querés ir por todo. Pero luego te das cuenta que en algún momento tenés que elegir y concretar. Conocer la música que estás haciendo en profundidad. Eso es lo que tiene sentido. Al menos para mí.
