Radicada desde 2018 en Dinamarca, Lyonne ha sabido construirse una carrera en base a talento y perseverancia. Ahora con un nuevo disco en plataformas, comenzó a darle forma definitiva a un proyecto largamente anhelado: una trilogía de discos que sinteticen las tres ciudades que le dieron marco a su vida: Nueva York, Buenos Aires y Copenhague. Un personal aleph en el que conviven el sabor agridulce del desarraigo y la nostalgia con los sueños y las ilusiones hechas música.
Ya está en las plataformas y con una linda edición en vinilo tu último trabajo: Nueva York. ¿Por qué decidiste dedicarle todo un registro a esa ciudad?
El disco Nueva York forma parte de una próxima trilogía. La idea es hacer tres discos de homenaje a los lugares que me formaron. Mis ciudades en el mundo: Nueva York, Buenos Aires y Copenhague. Quiero que cada disco tenga su identidad sonora….
La tapa tiene una estética muy urbana
Sí, yo quería esa estética. La foto de tapa es en la Charly García Corner, donde él hizo la imagen de Clics modernos. Yo quería esa estética para este primer disco de la trilogía.
¿Y ahora grabarías Buenos Aires?
Ya está grabado. Está en la pos-producción. Igual que lo que hice con Nueva York, esta es mi visión de Buenos Aires. Una manera de darle un cierre a mi ciclo de vida porteño. Viví 37 años acá y es una parte importante de mi historia personal. Luego, cuando uno emigra, de alguna manera se empieza a cuestionar el tema de la identidad. Qué cosas no querés perder. Qué querés mantener del lugar de donde venís. Qué te gusta de lo que traes y que no. En definitiva, todo lo que hace que seas quien sos.
¿Y cómo llevás todo eso a la música?
Bueno, justamente, buscando una sonoridad que represente todo eso. Que represente lo que esa ciudad es para mí. Por eso es muy fuerte la propia percepción. Para otra persona serán otras cosas, para mí son estas, las que intento plasmar en el disco.
Empecemos por Nueva York, la primera ciudad de la trilogía. ¿Qué destacás allí como parte de tu mirada?
Todo lo urbano. Los ruidos de la ciudad. La distorsión, la manera de respirar que tiene la ciudad…
Pero eso está también en Buenos Aires…
Sí, claro. Pero yo a Buenos Aires la escucho distinta. Me acuerdo que cuando estaba pensando este segundo disco, todos mis colegas argentinos me decían que debía poner bandoneón. Yo me negaba, me resistía, porque me parecía algo muy obvio: Buenos Aires igual bandoneón. Pero finalmente terminé convocando a Santiago Arias en un tema y estoy muy contenta de haberlo hecho.
¿Y qué fue lo que te decidió a cambiar?
Cuando me di cuenta que la música lo necesitaba. Está tocado de otra manera, no de la forma, digamos, tradicional. Pero está y la música lo pedía. Santiago hace unas cosas increíbles, toca jazz también. Es un tremendo músico.
¿Cómo te cruzaste con él?
Lo conocí en Dinamarca cuando vino a tocar con Dominic Miller hace un par de años. Incluso tocó en uno de los últimos discos de Dominic. Él fue quien me lo presentó y estuvimos charlando. Yo en aquel momento no pensaba ni en la trilogía ni en un disco sobre Buenos Aires. Pero cuando ese momento llegó y finalmente decidí la inclusión de un bandoneón, como te contaba antes, el nombre de Santiago surgió enseguida.
Todos los temas del disco de Nueva York son tuyos. ¿También en el de Buenos Aires?
Sí, también. Me resultó más sencillo escribir los temas de Nueva York que en el de Buenos Aires. Quizás porque nunca viví allá y tengo una relación más platónica. En cambió con Buenos Aires entraron a jugar un montón de otras cosas. Tengo una vida aquí. Es diferente.
Recuerdo que en tu disco Late Night, el primer que grabaste afuera, señalabas la influencia que habían tenido en vos los textos de Paul Auster. ¿Qué te pasó ahora con el de Nueva York y con el que grabaste sobre Buenos Aires?
En el de Nueva York te diría que esa influencia sigue estando presente. En el de Buenos Aires, en cambio, las influencias son más musicales que literarias. Y allí es casi inevitable eludir la presencia de Astor Piazzolla. Si bien mí música no está emparentada con el tango, si aparecieron claves rítmicas, acentuaciones en las que yo nunca había compuesto, que son muy típicas de la música de Piazzolla. Y empecé a buscar por ahí…
¿Lo escuchabas, te interesaba Piazzolla desde antes o recién lo invocaste para este trabajo?
Me gustó siempre. Me encanta. Es un artista muy representativo del Buenos Aires con el que me identifico. Y tiene también una historia con Nueva York. Además, ese afán por no encasillarse, por buscar la interacción con otras músicas. Su amor por el jazz. Yo siento que todo eso me representa. Y en este disco hay muchos temas que tienen que ver con todo eso.
Contame de alguno…
Escribí una canción que se llama Rivadavia. Mi abuela vivía en Nazca y Rivadavia. En Flores. Era una avenida que a mí me daba mucho miedo cuando tenía siete u ocho años y le pedía a mis padres que nunca me dejaran cruzarla sola. Porque además del tránsito, que era un infierno, se decía que era la más larga del mundo y eso aumentaba mis miedos. Ese dato me quedó y ya de grande me puse a investigar si eso era cierto o solo una fábula urbana. Y es verdad, es la calle más extensa del mundo.
Y como una manera de exorcizar los miedos hiciste el tema Rivadavia…
¿Vos decís? (Risas). La verdad es que me resulta muy interesante esto de trasladar el barrio, la ciudad, las vivencias, a lo sonoro. Muchas veces, que es lo que me ha pasado a mí, sirve para darle un cierre a una etapa de tu vida.
¿Los textos de Buenos Aires, están en inglés, como en el primero de la trilogía?
Si, están en inglés. Porque cuando lo hacemos allá yo quiero que se entienda que es esta ciudad. Qué representa esta ciudad para mí. Y es lindo pensar como la gente de Copenhague, por ejemplo, imagina cómo es Buenos Aires a través de estas canciones. Solo está traducido el español un tema, que justamente se llama Buenos Aires y que me encantaría poder hacerlo acá.
¿Y cómo transmitís esas emociones, esos sentimientos tan porteños, a tus compañeros, nacidos en una sociedad absolutamente diferente a la nuestra?
Es dificilísimo. Hay un tema, que todavía tiene un título provisorio: 3-3-2, con una acentuación muy Piazzolla. Ahí yo les digo que hay que tocarlo con bronca. Con esa bronca tan porteña. Y no pueden. Porque eso no está en Copenhague. No está esa bronca…Y yo la necesito. Entonces tuvieron que buscarla, como si fuesen actores que necesitan asumir sentimientos que no tienen, pero que si están en el personaje.
¿Pero que pasa…los dinamarqueses no se enojan, no tienen bronca?
Sí que la tienen. Pero no la exteriorizan. Son sentimientos que no se muestran en público. Se callan. No se hace un show con eso. Transcurre puertas adentro. Por eso es muy difícil cuando tenés que traducir más allá del idioma. Cuando tenés que traducir emociones. Porque además somos muy distintos. Ellos son súper tranquilos. Muy racionales. Son cálidos también, pero no exteriorizan las emociones como si lo hacemos nosotros.
¿Qué diferencias marcarias entre Late Night, tu primer disco de exilio, y esta trilogíg de ciudades que forman tu propuesta actual?
Creo que Late Nicht era como una colección de canciones. En cambio, en estos discos hay un objetivo claro: “ahora voy a hablar de esto”. Aunque también hay lugar para la sorpresa. Recuerdo que estaba grabando el de Buenos Aires y había un tema que no me cerraba. Le faltaba algo y no sabía qué. A la noche estaba en el hotel y un amigo de mi viejo me manda una canción de Rickie Lee Jones. Y entonces me di cuenta qué le estaba faltando a mí tema. Tenía que ser de palabra hablada. Le bajamos el tempo. La grabamos y cuando me senté a escucharla: me desarmé. Era como una carta que contaba porqué me fui de Buenos Aires. Algo que no advertí cuando la escribí. Algo que solo surgió cuando la escuché. Cuando tomé distancia. Fue mágico.
¿Hay posibilidades que en algún momento traigas ese material al país?
Es lo que estoy intentando. Pero tengo que conseguir un apoyo importante porque por mi cuenta no podría hacerlo. Quisiera venir con mis músicos, con los que grabé estos discos, pero no es fácil. En Dinamarca existen líneas de fomento para financiar esas propuestas, pero no es tan fácil acceder. Además, está el tema de la distancia. No estoy pidiendo apoyo para tocar en París. Estamos hablado del otro extremo del mundo.
¿Y entonces?
En principio debería asegurarme al menos tres shows en la Argentina para que el instituto de Jazz de Dinamarca contemple la posibilidad de dar su apoyo. Pero allí surge otro problema. La urgencia con que se programa acá. Son tiempos muy diferentes a los que se manejan allá.
¿Por ejemplo?
Acá los shows se programan con muy poca anticipación. Un mes o dos cómo máximo. Es nuestra realidad. Pero ese es un tiempo muy breve para Dinamarca. Ellos manejan otros tiempos. Un año de anticipación les parece poco. No solo para las instituciones que pueden darte apoyo, sino también para los músicos que necesitan armar su agenda. Son todos detalles que se presentan como muy complicados. Pero no vamos a bajar los brazos. Seguiremos trabajando para esto. Es un sueño que espero cumplir en 2025. Presentar mi disco Buenos Aires en la ciudad que lo inspiró.
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Preciosa nota, me encanta que cuente la cocina de la creación de su música. Y me quedo pensando en como escucha las ciudades, y en cómo actuar y escribir son modos de entender, de elaborar.
Espero su música para tener algo que supongo que va a identificarme ( y a muchos otros) en más de un aspecto. Gracias!
Gracias por leer y plasmar tus reflexiones, Laura. Ojalá, cuando suene el próximo disco, resuene con algo que te identifique. Cariños.
Muy interesante el viaje musical de Lyonne!
Hola Eleonora, gracias por leer y comentar. Qué bueno estar en contacto por aquí. Tu música suele sonar en casa en Dinamarca. Abrazo!