“La casa de un pianista de jazz”, en trío con Juan Bayón y Bruno Varela y “Nikli song”, en dúo con Mariano Loiácono; son las dos últimas producciones de Adrian Iaies como líder. Dos propuestas diferentes desde lo instrumental, pero unidas por una estética que es marca registrada en sus composiciones. “Yo creo en las canciones”, dice. Y la música hace suya las palabras.
Adrián Iaies parecería dueño de alguna prerrogativa celestial que le permite disfrutar de días con más horas que el resto de los mortales. No solo dirige la porteña Usina del Arte y el Festival Internacional de jazz que se hace todos los años, sino que también tiene su propio sello discográfico, compone sin pausa y actúa asiduamente al frente de distintas formaciones, con las que lleva editados 25 discos.
En los dos últimos, salidos a un mismo tiempo (la misma metodología que había utilizado el año pasado), el pianista renueva su apuesta por el trío que integra junto a Juan Bayón y Bruno Varela para el esperado regreso a “La casa de un pianista de jazz”, mientras lleva a Mariano Loiácono lejos de sus pasiones hardboperas, transitando paisajes intimistas para el notable dúo de “Nikli song”.
Hace un año atrás editabas dos discos juntos. Uno con el trío con Juan Bayón y Bruno Varela y otro en dúo con Rodrigo Agudelo. Ahora volvés con otra edición doble. Dos discos muy distintos entre sí y con música nueva. En principio llama la atención el poco tiempo transcurrido…
Sí, pero de todas maneras te diría que son dos discos bastante planeados. Los tenía hacia tiempo en mi cabeza, porque los veníamos tocando. El repertorio del disco en dúo con Mariano, por ejemplo, lo teníamos bastante tocado. Lo único que salió nuevo ahí, que no llegamos a estrenarlo antes de grabarlo, fue “Golson”. El resto de los temas ya lo habíamos tocado bastante en Thelonious. Y bueno, el hecho de que sean dos discos muy distintos, como vos decís, es parte de la idea original. De lo contrario no tendría sentido sacar dos discos juntos. El planteo de entrada era ese.
¿Compusiste la música de los dos discos pensando en estos formatos y en estos músicos?
Si, totalmente. En el caso del disco con Loiácono, por ejemplo, yo tenía muy en claro lo que buscaba. Quería un disco en el que Mariano no toque la trompeta. Quería alejarlo del estilo que hace con sus propias formaciones y mostrar su lado más lírico. Por eso quería que toque el flugel, que va mas para esa sonoridad. Y quedó muy bien. Porque Mariano no solo puede tocar músicas diferentes a las que encara como líder, sino que lo más importante es que cuando se mete a tocar esa otra música, lo hace desde lo que la misma música propone. No intenta llevar a su territorio una música diferente, sino que aporta desde lo que el tema pide. Y siempre te va a dar algo mejor que lo que tenías en la cabeza, pero que por otro lado, estaba en el mood de lo que estabas buscando.
En cuanto al otro disco, el del trío, creo que es la primera vez que haces dos discos seguidos con la misma formación, con Juan y Bruno…
Si. Pero no solo repito por primera vez la formación sino también el formato. Estos son los discos 24 y 25 de mi carrera solista y no tenía hasta aquí dos discos seguidos con el mismo formato. No tengo dos discos seguidos de solo piano, dos discos seguidos en dúo o en cuarteto. No hay dos discos en vivo seguidos. Esta es la primera vez que repito formato y formación.
¿Y por qué pensás que se dio ahora y con estos músicos?
Me gusta trabajar con Juan y con Bruno. Me han devuelto el placer del ensayo. Nos juntamos a ensayar una vez por semana y realmente lo disfruto. Y además toda esta música, como la del disco anterior, está escrita pensando en ellos, porque sabía que iba a grabar con ellos.
Allí se asienta esto de “la casa de un pianista”, aludiendo al trío como territorio natural…
Si, claro. Ya lo he dicho otras veces. Es un tema conceptual. Yo tengo la idea de que la casa del pianista es su trío. Vos podés salir por ahí, tener un montón de proyectos…salís de joda, pero siempre volvés a tu casa. Y este trío de alguna manera es mi casa, porque hace mucho que estamos tocando juntos y lo disfruto.
Una característica tuya que llama la atención es la cantidad de música que componés en tan poco tiempo.
Te diría que estos cuatro últimos discos míos ya reflejan un hábito en lo compositivo. Es esto de sentarme metódicamente a escribir. No es el proceso de un pianista que cada tanto escribe, como me pasaba antes. Yo ahora me siento a componer todos los días. Tengo un horario en el que escribo música. Y nada me saca de eso. Es un hábito.
No solo un hábito, imagino. No cualquiera que se siente frente a un piano todas las mañanas se despacha con “Nikli song” o “Fred’s mood”…
Pero el método te ayuda. Es como cuando vos vas a terapia. No vas cuando vos querés. Tenés que ir regularmente. Porque esa regularidad es la que ayuda al proceso para que te conozcas. Que veas tus obsesiones. Que veas cuando te repetís o te des cuenta de los atajos que utilizás. Por donde te escapás. A qué recursos recurrís cuando no tenés más ideas. Empezás a conocer tus procesos interiores. Tus reflejos, tus actitudes y los síntomas. Y esa algo que solo te lo da el hecho de trabajar metódicamente…Y así es con la composición, o al menos, así funciona para mí.
¿Cuando componés empezás por la melodía, o el disparador puede venir de otro lado?
Yo creo en las canciones. Esto lo he dicho un millón de veces. Para mí las canciones son melodía. El jazz es definitivamente para mí una música melódica. El mapa del tema es la melodía. Me costaría mucho escribir a partir de otros patrones. Me puede pasar que una vez que tengo el tema definido y tengo la melodía y la armonía que la sostiene; a partir de eso escriba un arreglo donde rítmicamente de pronto pase algo diferente o particular. Pero lo que es muy difícil que suceda es que yo parta de un cierto dibujo rítmico o de un riff del bajo y que a partir de eso construya el tema y recién luego piense en la melodía. En mi lo primero que aparece es la melodía.
En este momento tenés dos formaciones. El trío más el dúo con Loiácono y hasta una tercera, si le agregamos el dúo con Bayón. ¿Cuándo componés, cómo sabés si esa música va para una formación o para otra?
Yo lo miro desde otro lugar. Pienso que si escribiste algo que tiene sustancia, tiene que funcionar en varios formatos diferentes. Y hay que hacerlo sonar en varios formatos diferentes. Obviamente tenés que modificar cosas para adaptarla a las diferentes formaciones, pero el tema está. Fijate por ejemplo en el tema “Ampelopsis Waltz” que grabé en el disco a dúo con Mariano y también en el del trío. Si las comparás ves que son versiones diferentes. Ahora cuando escribí el tema, escribí un tres por cuatro y sabía que tanto con uno como con otro iba a funcionar. Hay veces que escribís algo que específicamente requiere de cierta formación, donde por ejemplo necesitás la sección rítmica, donde hay cierto groove. Pero si no, a mí me gusta esta idea de que escribís algo y después –aunque lo hayas escrito pensando en trío o en dúo- lo uses en otro formato. Es un lindo desafío.
Hablando de desafíos, siempre que componés lo hacés para tus propias formaciones. ¿Escribirías por encargo de otros músicos?
No. No sé cómo sería eso. Cuando pienso en compositores más “serios” que yo, como Diego Schissi, que ahora compone para otros grupos…a mi me da fiaca de solo pensarlo. Para mí el proceso se cierra cuando lo que compusiste lo podés tocar en un escenario. No sé cómo sería de otra manera. Porque lo más gratificante para mí es tocar. Por eso yo disfruto cuando toco standards, o música argentina. Música que no es mía. Lo que más me gusta es tocar, poner las manos en el piano. Y siento que la música que escribo me gusta tocarla. Y de hecho mientras compongo estoy pensando en esos términos.
Un tema no menor es qué haces luego con toda esa cantidad de música acumulada…
Es cierto, yo acumulo una cantidad de música que luego no hay forma de que el grupo pueda darle salida. De allí la idea de tener varios proyectos a la vez e incluso de sacar dos discos a la vez. Ahora, por ejemplo, cuando grabamos estos dos últimos, “Nikli song” y “La casa de un pianista de jazz”, grabamos un tercero a dúo con Juan Bayón y ese disco no salió. Al menos por ahora.
¿Tenés música que sabés que nunca vas a grabar?
Tengo muy claro que música voy grabar y cual no. Como también sé qué música puedo llegar a grabar pero luego no la hacemos nunca en vivo. Todo eso lo tengo claro desde un comienzo. Y no está mal. Pensá en el quinteto de Miles de los 60, con Wayne Shorter, Herbie Hancock y toda esa gente. Grabó unos discos fabulosos. Pero si vos escuchas o ves los shows de esos años, te das cuenta que había mucha música que habían grabado que nunca estaba en esos conciertos. Música que nunca tocaban. Y eso me parece una enseñanza. Hay música que está muy buena en el disco. Pero hay otra que va a funcionar mejor en vivo.
¿Y volvés a tocar ahora temas que hiciste en otros contextos, con otros músicos?
Si, claro. Los míos y los que no son míos también. “Fermín” del flaco Spinetta es un tema que hemos tocado en dúo y también en el grupo con Pepi Taveira y Ezequiel Dutil. Además hay temas míos que siempre tengo ganas de tocar. Está “Waltz for Beatriz”, el tema que hice para Beatriz Sarlo, que está en “Melancolía” y es un tema que lo tocamos casi siempre. Me ha pasado incluso que intentamos no tocarlo. Armamos la lista y lo dejamos afuera a propósito. Y luego, cuando en el show la gente pide un bis, yo digo, bueno, hagamos “Beatriz”. Son temas que ya están muy metidos en el trío, funcionan solos…
Nunca había pensado en temas con destinos tan diferentes, música que nunca va a ser grabada y otra que se impone por sí sola…
Y si…pero pasa. Pensá en Bill Evans, por ejemplo. Tenía muchísimos temas, pero en los discos en vivo, con los diferentes tríos que tuvo, están siempre casi los mismos. ¿Por qué?…porque le gustaba tocarlos. Porque sentía que el trío funcionaba perfecto allí y tenía un repertorio que disfrutaba. Por eso, hay temas que alcanzan con que estén documentados en un disco y nada más. Y hay otros que en cambio siempre están para ser tocados en cada show.
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